'Bright Green Field' de Squid, es el retrato de una realidad cambiante
53.9 millas, un recorrido que puedes hacer en poco más de hora y media por la A23 al sur de Londres con dirección a Brighton, una ciudad turística en la costa sur de Inglaterra. Sin embargo, parecería que esta distancia no existe o desaparece al momento de hablar de la música que proviene de dicho lugar; ya desde hace años talentos como Norman Cook, Royal Blood o los Maccabees surgieron en dicha ciudad y a fechas más recientes los liderados por Dana Margolin se hicieron presentes en los Mercury Prize. Ahora el turno es de un quinteto de jóvenes bajo el nombre de Squid de incorporarse a una camada cada vez mayor de renombrados músicos de la mano de su esperado debut Bright Green Field (2021, Warp).
La agrupación conformada por Ollie Judge (batería, vocales), Louis Borlase (guitarra, bajo), Arthur Leadbetter (teclados, cuerdas, percusiones), Laurie Nankivell (bajo, metales, percusiones) y Anton Pearson (guitarra, bajo, percusiones) se creó en 2017 y se hizo de forma progresiva de un renombre en una escena inglesa de parece que cada año ha ido entregando progresivamente nuevos integrantes del fresco y joven sonido de ese país, uno que voltea al pasado, que no teme reconocer sus inspiraciones pero desea ir más allá de ser una banda de covers en un pub cualquiera de Londres.
De hace cuatro años que el quinteto que concierne a esta reseña recién empezaba a trabajar su sonido los debuts de Shame en 2018, black midi y Fontaines DC en 2019, Working Men's Club en 2020 y Black Country, New Road ya en 2021 vieron la luz. Y esto solo mencionando álbumes que fueron rescatados por el Extracto de la Semana, ya que producciones como lo de Goat Girl, Dry Cleaning o hasta bdrmm no fueron parte de la curaduría. Y aunque pareciera que un servidor solo acaba de hacer un name dropping impresionante con pretenciosos afanes, no podría estar más apartado de ello sino que intenta mostrar, aunque sea de manera somera, la enorme oferta y cantidad de jóvenes del Reino Unido con entregas frescas y novedosas que se pueden englobar en un género denominado post-punk.
Y no es fortuito, muchos de ellos han tenido contacto con Dan Carey, un productor del sur de Londres con más de una década de experiencia, que es dueño del sello Speedy Wunderground y que ha sido reconocido por su labor en la consola en los debuts de black midi (Schlagenheim [2019, Rough Trade]) y Fontaines DC (Dogrel [2019, Partisian]). Justo es Dan quien dió su primera oportunidad "en forma" a Squid cuando les produjo su EP debut 'Town Center' en 2019, mismo que les colocó el reflector encima y abrió las puertas del ya legendario sello Warp Records donde entregan su debut de larga duración.
“As the sun sets on the GlaxoKline
Well, it's the only way that I can tell the time”
Con esa referencia a una farmacéutica GlaxoSmithKline, ubicada en Brentford (camino a Bristol desde Londres) abre “G.S.K.” que marca el inicio en forma del álbum tras el collage sonoro "Resolution Square" y marca el camino que se seguirá.
En Bright Green Field no se retrata la realidad de una ciudad inglesa vista desde los ojos de sus habitantes como lo han hecho Mike Skinner, Tyron Frampton o algunos otros artistas ingleses que hemos revisitado en ocasiones anteriores, donde justo se trata de plasmar un contexto específico e incluso denunciar lo que ocurre en él. No, Squid lo que entrega es una realidad distópica, muy adecuada para el año pandémico que todos vivimos en mayor o menor medida, y narrada desde una perspectiva ajena en la cual no se trata directamente del sentir de Ollie sino de un personaje dentro de dicha narrativa que ve, comenta y hasta cierto punto critica cuestiones que hemos asimilado como normales, pero que no por ello lo son como el consumismo y el sobrecogimiento de la juventud al momento de tener que enfrentarse por primera vez a los ambientes laborales capitalistas y a sus expectativas ("Paddling"), la sobreexposición mediática a atrocidades como la guerra y la muerte ("Global Groove"), o la misma naturaleza aleccionadora de la propaganda ("Pamphlets").
Pero claro, la magia que atrapa de Squid no solo es su lírica sino la música que da base a esta porque, como comentaba en la entrevista que tuve con Black Country, New Road hace unos meses, en realidad las letras solamente se adecuan a la música que colectivamente se crea y que suele ir evolucionando una y otra vez sin que nunca se llegue a una "versión final" de la misma, ya sea que se incorpore elementos de jazz, de kraut o hasta de noise a un tema. No es la misma versión de "Narrator" la que tocaron en su presentación en The Windmill en Enero del 2020 a la que se escucha en el álbum porque, como comenta David Byrne en 'How Music Works', la música tiene diferentes fines, ya sea para ser apreciada o para ser interpretada en vivo, pero muy rara vez satisfacerá ambos y justo en el caso de Squid hablamos de su música como algo vivo, que fue capturado en una ocasión en la grabación del álbum, pero como si se tratara de una fotografía, solo es un retrato de una realidad cambiante.
Mucho se ha hablado y escrito sobre cómo la pandemia ha influido el momento en que nos encontramos en todos nuestros ámbitos como personas, pero no hay que olvidar que todo está en constante cambio, que nada es estático y que, así como un quinteto de veinteañeros en Londres se pudieron reencontrar y escribir una canción que no retoma nada de su encierro ("Peel St."), de igual forma hay que tener presentes que el momento de pasar la hoja llegará, que es necesario tomar un respiro y recordar que volveremos a recorrer esas 53.9 millas hacia otra ciudad y otra historia.