Resulta que en estas fechas Brasil es la sucursal de los famosos. La época del Mundial obliga a todo tipo de personalidades a caminar como otro turista más en las calles de Río de Janeiro. Ayer cuando nos levantamos la Brazuquita y yo, jamás pensamos que íbamos a volver a coincidir con uno de ellos. Pues nos levantamos y luego del desayuno, nos dirigimos al Cristo del Corcovado, uno de los lugares que debes visitar en esta ciudad. Luego de horas de esperar en una fila eterna, el día empezó a sonreír y consumió las horas. Terminó la espera y al momento de ser el elegido, una camioneta comenzó a subir por el cerro del Corcovado. Cuando llegas a la cima, es cosa de subir escalones para ser testigo y juez de la belleza de Río de Janeiro. Puedes ver la ciudad a más de 700 metros de altura sobre el nivel del mar. Fue una de las partes que al cierre del viaje puedes quedar satisfecho de la ciudad. En el momento de caminar en la cima y platicar con los amigos mientras admiras la vista, resulta que subió caminando, erguido y a la vez sacando el bofe, el mítico goleador azteca, el “Pentapichici”. Hugo Sánchez acompañado de su familia, empezó a caminar entre los turistas mientras empezó la guerra por conseguir el souvenir con el mexicano. Entre paisanos y turistas de todo el mundo, el pobre sujeto no pudo disfrutar del Cristo Redentor. “Hugo, ¿me regalas una foto?”, “¡Hugo eres mi ídolo!” y todo tipo de elogios para poder llegar a él y tener la foto del recuerdo, en el Cristo Corcovado. Era como el sueño perfecto de cualquiera. Los que estuvieron ahí no lo pudieron haber planeado mejor. De los miles de turistas que visitan ese lugar al día, pocos se pueden tomar una foto en el Cristo Redentor con Hugo Sánchez. Pero pobre de él, que por un momento quiso ser un ciudadano más y le salió el tiro por la culata. Luego que regresamos un poco tarde a la civilización, tras bajar de cerro del Corcovado, el hambre comenzaba a fluir y se nos cruzó el bar de la Garota de Ipanema. El famoso lugar donde Vinicius de Moraés y Tom Jobim crearon la pieza mágica de aquella Chica de Ipanema. Entre Picaña, arroz y farofa, acompañado de unas cervezas, departimos por un buen rato en aquél lugar. Fue un día donde la Brazuquita y yo, a pesar de repetir en algunos sitios que ya habíamos tenido la suerte de conocer, nos dimos cuenta que la magia de esta ciudad te permite volver a esas ciudades cuantas veces puedas y quieras.
Por: Juan José Ramírez (@JotaJotaRam)