Black Lives Matter vuelve a elevar el puño frente al racismo
Texto por María Luna
El caso del asesinato de George Floyd cometido por Derek Chauvin, un policía de Minnesota que lo sometió al suelo con su rodilla presionada sobre su cuello, ha detonado un resurgimiento mediático del movimiento anti-racismo #BlackLivesMatter en Estados Unidos, desatando algo que se acerca a ser una guerra civil. Casi 40 ciudades de Estados Unidos se encuentran en toque de queda, pero no ha impedido que los manifestantes permanezcan luchando en las calles, ahora llenas de gas lacrimógeno, pancartas, incendios y balas de hule.
Se han incendiado estaciones de policía de distintas ciudades así como varios edificios en forma de protesta por la brutalidad policiaca. Muchas personas se oponen a la manera en la que se está tomando acción, a lo cual se ha respondido en redes con consignas como: “La gente negra de puede quemar y destruir por completo un país que construyeron gratuitamente.”
Como lo hemos visto en nuestro propio país, la gente que se opone a las protestas se centra en los destrozos que se realizan y no en las razones por las cuales se lucha. La misma activista afroamericana Angela Davis dijo una vez: “El verdadero contenido de cualquier impulso revolucionario reside en los principios y en los objetivos por los que luchas, no en las formas para conseguirlos.”
La policía ha respondido a estas protestas de manera extremadamente violenta con golpes, gas pimienta, empujones e impactos de vehículos contra los protestantes. Hasta la fecha, se han realizado alrededor de 4 mil 100 arrestos en todo Estados Unidos. Oficiales de policía también han resultado heridos durante las contiendas.
Adicionalmente, ciudades de todo el mundo se han sumado solidariamente a la lucha, protestando frente a las embajada de Estados Unidos de sus propios países, como en Milán, Reino Unido, Berlín, Gales, Suiza, Nueva Zelanda y Liverpool.
El tema ha escalado a tal nivel que incluso provocó el regreso también del colectivo Anonymous, que en menos de un día, filtró direcciones de los correos electrónicos y contraseñas de los policías de Minneapolis, hackearon la red de comunicación entre policías de Chicago para impedirles comunicarse con respecto a las protestas, desmintieron la razón de la muerte de Lady Di (y otras celebridades que denunciaban las redes de pedofilia que involucran a las personas más poderosas del mundo), ligaron a Trump con la muerte de Epstein y con la red de pedofilia norteamericana y lo amenazaron a tal grado que se resguardó en el búnker debajo de la Casa Blanca el 31 de mayo, mismo día en que, por primera vez en 131 años, la residencia presidencial permaneció a oscuras.
Al día siguiente, la policía abrió paso al presidente Trump por Lafayette Square con gas lacrimógeno, de manera que pudiera llegar a la Iglesia episcopal de St. John (que también sufrió daños durante los disturbios), donde sostuvo en su mano una Biblia, posó para los fotógrafos y aseguró que EU es “el país más grande del mundo”.
La obispa de la diócesis de St. John, Mariann Budde, expresó su indignación ante el hecho: “Déjenme ser clara, el presidente uso una Biblia, el texto más sagrado de la tradición judeo-cristiana, y una iglesia de mi diócesis sin permiso, como fondo para un mensaje que se contrapone a las enseñanzas de Jesús y todo lo que representa nuestra iglesia (…) El presidente no rezó en la iglesia de St. John ni reconoció la agonía de nuestro país en este momento”.