Por Pedro Hiriart Black Cherry es el segundo álbum de estudio del dúo británico Goldfrapp, el cual salió en abril del 2003, y que desde su aparición, engendró esos sonidos tan estremecedores y sensuales como los que aparecen en “Train” o “Strict Machine” con la voz aguda y cadenciosa de la icónica vocalista, Alison Goldfrapp.
En este disco se gestó un sonido denso, oscuro y en algunas ocasiones tenebroso. Una combinación de los gritos de Alison con el sintetizador de Will Gregory, que lograron un sonido que bien podría ser parte de un antro clandestino de luces tenues, en donde todos mueven la cabeza al mismo tiempo, hechizados bajo algún ritual perfumado con rosas.
Se pueden encontrar historias ocultas detrás de la voz del sufrimiento, historias de engaños y decepciones, en donde se puede escuchar que la intérprete disfruta hasta cierto punto lo que sea que la haga sentirse triste. Se trata de un sadomasoquismo seductor, peligroso y bandera de lo que sería el electropop de la década.
La estética creada en Black Cherry por Alison Goldrapp denota una inocencia convertida en perversión, de una muñeca rota y de vidas truncadas. Caperucitas con faldas cortas, erotismo animal y luces rojas hicieron de Black Cherry un disco que a pesar de que ya han pasado 10 años desde su lanzamiento, sigue vigente en boca de muchos y que sin duda, fue uno de los mejores álbumes que se presentaron en ese año.