Bajo la máscara de Bernardo Fernández, Bef

  No son pocos los lectores nacionales de cómics que en algún momento se han hecho una pregunta irritante: ¿Dónde están los superhéroes mexicanos? Difícilmente se podría asociar la pregunta a un rancio nacionalismo. Por el contrario, este deseo proviene de una inquietud más cercana: ver a un mutante o un extraterrestre o a un empresario ninja actuando en nuestras ciudades, salvando gente de inundaciones, luchando contra narcotraficantes; en fin: superhéroes en nuestra cotidianeidad. Y digo “irritante” porque la pregunta, claro está, incluye un poco de envidia hacia los lectores gringos que han visto sus ciudades ser destruidas y salvadas dentro de las páginas de un cómic.

Ahora bien: por supuesto que ha habido superhéroes mexicanos, pero estos han sufrido históricamente dos males invencibles: el desdén del público o, peor aún, una mezcla de ingenuidad con mal gusto y folklor ramplón que puede resumirse en un simple adjetivo: chafa. Con semejantes precedentes, las condiciones para crear y apreciar una historia de superhéroes en México distan de ser idóneas. De ahí que Bajo la máscara (Almadía, 2014) de Bernardo Fernández, Bef debe leerse, ante todo, desde los retos que debía sortear.bajo-la-mascara-bernardo-fernandez-bef-patricio-betteo-almadia-robotania-6

Su historia se ajusta al esquema clásico del género: tenemos a dos superhéroes en parte carismáticos y en parte torpes, Chico Electroestático y Capitán Tóxico, y del otro a un supervillano, Gárgantor, dueño de una imaginación desbocada. Y en medio de su lucha por salvar la ciudad, Chico Electroestático y Capitán Tóxico llegan tarde a clase, participan en concursos de baile escolar, hacen exámenes y se enamoran; se enfrentan, en fin, al reto mayúsculo que es la adolescencia: "Hay días en que preferiría que nos invadiera un ejército de cyborgs antes que levantarme de la cama".

Que Bajo la máscara tenga una estructura en parte común no debe verse como un error: lograr que chicos con superpoderes adolescentes se desenvuelvan con naturalidad en México, además de ser un reto, permite ver que nuestra realidad puede admitir la existencia de superhérores creíbles y entrañables que, lejos de ser motivo de burla, causen empatía y admiración.

A este logro del Bef habría que agregar el homenaje que hace a cómics clásicos como Watchmen y resultado que tiene éste a lo largo de la novela: en el mundo paralelo de Bajo la máscara, los superhéroes han tenido una larga y profunda participación en los mayores conflictos del país; Chico Electrostático y Capitán Tóxico son apenas una nueva generación de superhéroes que debe enfrentarse a los típicos males nacionales: la corrupción, el desdén, el control del gobierno, la clandestinidad. Así, al mismo tiempo que se conocen las andanzas de dos superhérores adolescentes, Bajo la máscara también hace un repaso de la historia reciente de México bajo la óptica de los héroes enmascarados.

Divertida y entrañable, Bajo la máscara del Bef bien podría ser la punta de lanza de una nueva generación de literatura de superhéroes nacionales, en un tiempo en el que, sin duda, hacen mucha falta, tanto adentro como afuera de los cómics y los libros.

 

Por Eduardo de Gortari

@edegortari

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