Sharon Van Etten es intimidad. Su folk melancólico es para escucharse en la oscuridad, quizá con una luz tenue y en un espacio solitario. Curiosamente, un concierto no se parece mucho a este ambiente, pero en vivo funciona de cualquier manera.
Un Plaza Condesa ni lleno a la mitad se congregó para observar una de las voces más crudamente honestas del folk rock. Sharon Van Etten amenizó una bella noche con sus agridulces canciones melancólicas, pero su actitud positiva y juguetona no permitió que el público se sumiera en la tristeza.
La agrupación mexicana Haciendo el Mal fue la encargada de abrir. A pesar de muchas fallas en el sonido y un público desinteresado (hasta rayando en lo grosero y gritón), lograron agradar con un pop silencioso y encantador.
El concierto de Sharon Van Etten fue un bello ejercicio de silencio. Es muy raro ir a un concierto pequeño, con pocos asistentes y encontrar un público callado y concentrado en el artista, pero la personalidad de Van Etten envolvió a los presentes en un aura de quietud: todos estábamos bajo el hechizo de la cantante.
Asimismo hubo varias sorpresas. Canciones como “Give Out” o “Save Yourself”, las cuales no son interpretadas frecuentemente por la artista, se sintieron como un tipo de regalo amable y honesto.
Otras como “Don’t Do It” o “Serpents” son catarsis salvajes y ruidosas en el contexto de Sharon Van Etten. Es decir, obviamente no son muy ruidosas, pero su poder emocional es implacable y la emoción transpirada es inigualable.
Después de que el público no dejara de gritarle canciones, y Sharon les contestara de vuelta con sarcasmo: “Sí, claro, ahorita vamos a tocar esa”, Van Etten cerró con la devastadora “Love More”, ante un impresionado y boquiabierto público. Fue hermoso.
Al final, Sharon Van Etten se quedó en la zona de merchandise para convivir con sus fans y firmar cosas. Podrá no ser una piedra angular, podrá no ser lo más novedoso en la música, pero es una voz sincera y honesta, con personalidad amable y cálida.
Ver a Sharon Van Etten en vivo es saber que la intimidad es posible. Quizá Sharon Van Etten no es lo más fresco musicalmente, pero logró callar a las personas que estaban hablando incluso en sus canciones más silenciosas. Su calmada presentación sólo se opone al poderoso impacto emocional que genera. Es un show de oxímoron: grandioso y, aún así, muy chiquito.