El 2005 transcurría sin percances, hasta que un sonido descompuesto y dañado, proveniente de un dúo parisiense con una cruz de neón como logo, provocó que más de un curioso se acercara al monitor ante la sospecha de alguna falla técnica. Dos años después, Justice ya había logrado domesticar al oído popular con un track que se volvería el himno nocturno por excelencia, así como de la cultura visual: “D.A.N.C.E”. Algo había cambiado. La música pop se percibía diferente, una nueva vanguardia amenazaba con desplazar las monótonas tendencias, era Justice un dueto que en su momento, junto con la disquera Ed Banger, logró reconciliar el pop con la escena alternativa francesa, reinventando el french touch que tan rezagado se encontraba. Justice sería recordado por ser uno de los pioneros iniciadores de una nueva tendencia sonora.
En agosto de este año, el muy esperado segundo disco del dúo francés fue anunciado, con “Civilization” como carta de presentación. Sorpresivamente Justice ya no sonaba a una noche de fiesta inocente: ahora la cruz de neón brillaba a lo alto de un estadio de rock, con Gaspard y Kavier tocando al frente poseídos por los fantasmas de Robert Plant y The Eagles, mientras una computadora marca Daft Punk se encargaba de la conversión electrónica.
El título de este segundo disco de Justice, Audio, Video, Disco surgió porque, según Xavier, se justificaban los horribles tatuajes que desde hace dos años porta con la leyenda “Audio, Video, Disco”. El material tardó año y medio en salir porque, aunque las canciones fueron escritas de forma simple, cada instrumento se grabó por separado y ambos integrantes se declaran deficientes a la hora de interpretarlos. Aunque el resultado final no merecía tan larga espera, se reconoce el esfuerzo del dúo por expandir sus límites y experimentar con instrumentos físicos.
El disco abre con “Horesepower”, un track que irrumpe triunfalmente, perfecto para llenar el tanque de una nave perseguida por extraterrestres en una película de ciencia ficción, que desembocan en sonidos estridentes que simulan una batalla intergaláctica. En “Civilization”, segundo tema, la destrucción de una tierra mítica se siente con el paso de cada beat, mientras la voz del intérprete británico Ali Love inyecta tensión durante todo el desarrollo. Para “Canon”, podría pensarse que Justice construyó un robot con el talento de todos los guitarristas de Yes para dar vida a un virtuoso solo de guitarra. “Audio, Video, Disco”, el segundo sencillo, funge como la musicalización de los créditos después de un inolvidable festival de electrorock de estadio encabezado por Justice.
Que Justice superara el impacto que generó su debút en el 2007 era casi imposible. El contexto musical y social del 2011 es sumamente diferente al de sus inicios. A pesar de esto, el dúo se atrevió a hacer una arriesgada jugada al cambiar el sonido que tanto los caracterizó por uno menos artificial. Imitar la línea de su primer disco hubiera sido una jugada desastrosa: las bandas emergentes actuales habrían enterrado el intento por recrear la fascinación por el sonido D.A.N.C.E. que existía en aquel entonces. A pesar del evidente parecido con Daft Punk, Justice se quita de encima la carga de one hit wonder y aplica una curiosa fórmula: al contrario de lo que muchos proyectos están haciendo, Justice volteó al pasado y retomó las guitarras y teclados clásicos de los setenta en un disco que, si bien no trascenderá como en aquel 2007, sí quedará registrado en la historia del dúo como un intento riesgosamente ambicioso. Audio, Video, Disco se escucha mejor si se vacían los prejuicios y se deja sólo el sonido; si logra hacer retumbar a los centros nocturnos con imágenes de criaturas ancestrales, el álbum habrá cumplido su cometido.