Arrullo felino

Hay muy pocas ventajas de levantarse temprano los domingos. Una de ellas es que no hay tráfico en el Periférico. Gracias a eso fue que pude llegar temprano a C.U. No me dio tiempo de desayunar en casa y el hambre aumentaba conforme pasaban los minutos (y conforme yo andaba por los puestos de comida). “¡Siete por diez, siete tacos de canasta diez pesos!”. ¿Siete tacos de canasta diez pesos? Mi cartera dijo que sí enseguida, pero mi estómago me rogaba que no lo hiciera. Mientras pensaba qué hacer, llegó a mí un olor conocido. Desde una no muy lejana carpa blanca se desprendía el inconfundible aroma a garnacha. Atraído por dicho aroma, caminé directamente hacia el puesto que lo producía. Llegué hasta la plancha detrás de la cual estaban las personas que, al mismo tiempo que preparaban los tacos, atendían con el clásico “¿Qué le vamos a dar, joven?”. No sabía qué contestar. El sonido de la carne y el aceite daban a mi antojo mayor fuerza y los únicos sentidos que aún no participaban reclamaban que los hiciera parte de esta experiencia previa al juego. Complaciente, pedí tres campechanos. Tras matar el hambre minutos antes de que comenzara el partido, entré al estadio. La espera no fue tan larga ni aburrida, ya que la botarga del puma se encargó de animar a la gente con goyas generalizadas previo al himno de la Universidad y la ceremonia protocolaria de la Liga MX. El árbitro dio el pitido inicial y el partido comenzó en punto de las 12:00pm. Los enfrentamientos en Ciudad Universitaria tienen la característica de suceder carentes de emoción y el partido contra Chiapas lo confirmó.

Tres tacos de desayuno, el calor de mediodía en la Ciudad de México y escasas horas de sueño una noche antes, forman una combinación poco recomendable para ir a ver a los Pumas los domingos. Y es que todo esto al mismo tiempo provoca un sueño incontrolable. Mis párpados se cerraban lentamente y yo estaba a punto de ceder, pero escuché gritos de los aficionados del equipo local. Abrí los ojos por completo y de inmediato volteé a la portería de Jaguares para saber qué había sucedido. Nada extraordinario, Dante López voló un balón. Aunque había sido durante una jugada intrascendente, me preocupó haberme desconcentrado por cinco segundos. Necesitaba algo que me ayudara a mantenerme despierto, algo como el café cargadísimo que tomas en las madrugadas para no dormirte antes de terminar algún trabajo. Se escuchaba “¡Hay cervezas!” y “¡Refrescos, refrescos!”. Incluso escuché “¡Donas, donas!” (¿Neta donas? ¿Quién chingados va a querer una dona con tanto calor y a las 12:30pm?). Pero nada de eso sería útil, yo necesitaba algo que me despabilara. Entonces, mientras veía el partido, pensaba en alguna solución. Jaguares circulaba el balón, abrió la cancha y Rodríguez mandó un centro sin peligro por la banda derecha que “Pikolín 2” atrapó con demasiada facilidad. La gente celebró la jugada del portero universitario como si hubiera detenido un tiro peligroso en los últimos minutos. Entonces lo encontré, la solución estaba frente a mí y a mi lado y en todo el estadio. Los gritos de la gente no me dejarían dormir. Los aficionados de Pumas están tan acostumbrados a los malos primeros tiempos que han encontrado el remedio para no aburrirse durante el juego: celebrar cada jugada de su equipo y reclamar intensamente cualquier decisión arbitral que no les favorezca.

Después de esta visita al Estadio Olímpico Universitario no me queda más que compartirles algunas recomendaciones para cuando lo visiten: procuren dormir más de 8 horas una noche antes; desayunen ligero y, de preferencia, acompañen sus alimentos con un jugo o licuado energético; no se salgan del estadio antes de que termine el partido, y mucho menos si Pumas va ganando por un gol; si quieren mantenerse despiertos, únanse a las celebraciones constantes de los aficionados, festejen todo como hacen ellos; y, por último, si alguien de ustedes quiere ganar dinero de manera sencilla, venda bebidas energéticas al doble del precio regular en la zona de palcos de prensa, la clientela será vasta.

 

Edmundo Romero // @mundo8a

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