Incluso en el Paraíso el hombre necesita problemas. Esta es la premisa de Arrecife (Anagrama, 2012), la más reciente novela de Juan Villoro. En ella Tony Góngora, rockero retirado, adicto rehabilitado, trabaja en un hotel llamado La Pirámide cuyo éxito radica en una nueva moda entre los turistas: las vacaciones ya no son para descansar, sino para arriesgarse: La Pirámide es un lugar famoso por ofrecer a sus clientes “peligros controlados”: un día puedes ser secuestrado por guerrilleros; al siguiente, atacado por abejas. Los turistas que acuden a ese extraño hotel no buscan asolearse en la playa, sino ponerse en peligro: las vacaciones ya no son para descansar; son para sobrevivirlas. Ningún problema más grande para un hotel que vive de dosificar los riesgos que una muerte no contemplada: el homicidio de un empleado revela los auténticos terrores que se viven en el Paraíso, y estos van desde el cambio climático hasta el narcotráfico.
Con una escritura cada vez más aguda y breve (si Oscar Wilde componía sus diálogos con aforismos, Villoro los escribe a base de tuits) Arrecife nos acerca a un mundo paranoico que concentra eficazmente los problemas del nuestro. No es difícil ver en el personaje de Tony Góngora un símbolo del hombre común de nuestra época: ha perdido la mitad de sus recuerdos gracias a las drogas y en La Pirámide tiene la oportunidad de “recuperar” algo de memoria, al mismo tiempo que debe afrontar las consecuencias de actos que ni siquiera recuerda haber cometido.
Personaje entrañable, capaz de burlarse de los rockeros setenteros, los turistas insolentes, o los millonarios desgraciados, Tony confronta al lector con otro dilema: ¿en un lugar atroz, es posible tener un final feliz que no implique una muerte más o menos inevitable? Ser una buena persona de tiempo completo es un trabajo arduo, incluso en el Paraíso. Arrecife demuestra que aun en un sitio perfecto el hombre necesita problemas y riesgos, ya sean controlados o no.
Eso sí: después de leer Arrecife, la novela sobre un hotel que vende miedos placenteros y peligros confortables, uno se pregunta si justamente no serán así las típicas vacaciones de cualquier persona: un poco de neurosis gratuita para sobrevivir al terror y la paranoia cotidianas. De menos, uno se pregunta, ¿qué tan neuróticas serán las vacaciones del novelista?