Andrés Manuel López Obrador, desde su gestión como Jefe de Gobierno del Distrito Federal de 2000 a 2006 y posteriormente en las elecciones del 2006 y 2012, hasta el día de hoy se ha consolidado como la principal figura de oposición política. A unos días de la elección presidencial, las encuestas y aproximaciones indican que está más cerca del triunfo de lo que nunca ha estado, desde su primera postulación, con un 99% de posibilidades, según Oraculus.

El aspirante a la presidencia por la coalición “Juntos Haremos Historia” ha señalado públicamente en diversas ocasiones que sólo hay dos posibilidades para su futuro: o es presidente y llega a Los Pinos —que luego sustituyó por Palacio Nacional— o se va a descansar a su finca “La Chingada” en Palenque. Según dichas declaraciones, existen dos escenarios si Andrés Manuel no resulta el vencedor de la contienda. Suponiendo que cumpla su palabra en caso de perder, dejaría vacante el puesto de principal opositor político.

El segundo escenario, pese a las bajas probabilidades de que el tabasqueño pierda las elecciones del 1 de julio, provocaría una enorme crisis dentro de MORENA, que representa lo que queda de la “izquierda” mexicana, luego de que se espera que el PRD quede reducido al nivel de partidos como el Verde y hasta superado por su anterior aliado, Movimiento Ciudadano. Esto, debido a que AMLO dejaría un vacío de poder que difícilmente otro personaje dentro de MORENA podría ocupar.

López Obrador no ha permitido que otras figuras al interior de su partido destaquen más que él. A pesar de eso, son conocidos los nombres que tienen peso dentro del partido guinda que, hasta ahora, no son más que satélites que orbitan alrededor de su líder.

Esa obediencia no la tiene ni Obama, y en el caso mexicano, ni el PRI.

Un caso muy conocido de intento de rechazo a una designación de AMLO fue la que realizó el ex-delegado de Cuauhtémoc, Ricardo Monreal. Éste aseguraba que se encontraba a la cabeza en las preferencias para contender por la Jefatura de Gobierno de la Ciudad de México, siendo que la encuesta realizada por el partido favorecía a Claudia Sheinbaum. Ante la postura inamovible de López Obrador, Monreal terminó cediendo.

Lo cierto es que, así como para generaciones anteriores, la oposición al gobierno en turno fue Acción Nacional hasta la victoria de Fox en el 2000, López Obrador —junto con el PRD en su momento— se fue configurando como la oposición por antonomasia para esta generación, nos guste o no.

Quizá Anaya esperaba que con su alianza, le fuera transferido un porcentaje de esa percepción como oposición que llegó a representar el Sol Azteca en su época dorada. Pero no le dijeron que, en las fusiones de marcas, se transfiere apenas el 20% de aspectos positivos y el 80% de negativos. Los votos de inconformidad con el gobierno en turno los supo capitalizar el tabasqueño.

Ahora bien, en el escenario más probable en el que López Obrador gana la Presidencia, probablemente será alguna figura dentro del PAN (o lo que Anaya deje de él) quien pueda ocupar este rol. Quizá quien más se pueda acercar a una oposición política sea el actual Gobernador de Chihuahua, Javier Corral Jurado.

Ante este escenario, y siendo un hecho que una oposición sólida sirve como contrapeso al gobierno es necesaria en toda sociedad democrática, la verdadera oposición tendrá que venir desde la sociedad civil. Desde esos ciudadanos que votaron por otro candidato hasta esos ciudadanos que votaron por Andrés Manuel por considerarlo el “menos peor”, pero que no por eso dejan de ser críticos con sus propuestas —que menciono porque representarán una buena parte de sus votantes— y ciudadanos (intelectuales, líderes de opinión, representantes de la sociedad civil organizada…) que saben que no por votar o coincidir en ciertos aspectos con algún candidato, se debe dejar a un lado la óptica crítica.

Como siempre, la respuesta no se deberá dejar a los partidos políticos, sino a los ciudadanos. En conclusión, México necesitará una sólida oposición social.