Afición villamelona vs afición familiar

Ha pasado casi un año de aquel fatídico 6 de septiembre, pero los recuerdos siguen calando como si fuera ayer. El segundo “Aztecazo” fue la última vez que había visto a una selección mexicana en vivo, y más que el dolor de la derrota, lo que recuerdo es la rabia que me hicieron sentir los ‘villamelones’. En el primer tiempo del último partido de José Manuel de la Torre al frente del TRI, los aficionados cantaban y alababan a todos los jugadores, en principio. Sin embargo, todo cambió en tres minutos con los goles de Bengston y Costly. Fue justo en ese momento, cuando más se necesitaba al jugador número 12, que los ‘hinchas’ dejaron de serlo, y los cielitos lindos fueron cambiados por abucheos y gritos de “Fuera Chepo”. Ese día juré que no volvería a un partido de una selección mexicana, fuera de la cualquiera que fuera, en vivo.

Claramente este juramento lo olvidé por completo al empezar el Mundial, ya que hubiera dado cualquier extremidad por tener la oportunidad de ir a Brasil. Fue hasta el 3 de agosto de 2014 que rompí mi promesa. México volvía a enfrentar a Honduras, sólo que esta vez se jugaba el pase a la siguiente ronda de la Copa de Naciones, y no al Mundial, frente a 50 personas en vez de 100,000, y eran las versiones sub-16 de las selecciones, pero para mí los detalles no importaban.

El juego fue bastante ríspido, prácticamente no se vieron tiros al arco y hubieron pocas llegadas de peligro; la mayoría terminaron con pifias por parte de los delanteros. Es por eso que mi atención se centró más en la afición que me rodeaba. Como muchos de estos eran familiares de los jugadores, se referían a ellos por su primer nombre: Joaquin, Kevin, Claudio, mientras les daban instrucciones técnicas: “cuiden las piernas”, “atrás” y el clichesísimo “abran la cancha”. Lo sorprendente es que, al ser tan poca gente, se escuchaba todo y por ende algunos jugadores terminaban haciendo lo que sus seguidores les comandaban. Si fuera así en el fútbol profesional...

El ambiente familiar volvía muy noble el partido. No obstante, oír el chiquitibum en vez del eeeeeeehhhh....(ya saben), dejar de ver ombligueras y ríos de cerveza, y el hecho de que el peor insulto fuera “te vas a morir abanderada”, extrañamente refrescó mi fe en la afición mexicana (extraño, porque disfruto tanto las ombligueras como la cerveza).

Al final, México venció a Honduras por la mínima gracias a una magistral volea de Claudio Zamudio, estilo Zidane. Terminé preguntándome si algo podría haber cambiado en caso de que el juego entre México y Honduras del 6 de septiembre de 2013 lo hubiera atestiguado una afición familiar y no una villamelona.

 

Víctor Lara

@EstaChiflado

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