#38MNT. "La rabia": el evangelio del terror en tierra de mochos

#38MNT. "La rabia": el evangelio del terror en tierra de mochos

  Es de dominio público que Guanajuato es uno de los bastiones del panismo. Coloquialmente, los guanajuatenses son etiquetados con el mote peyorativo de mochos, es decir: individuos católicos, conservadores de moral recta-estricta y defensores a ultranza de la familia como eje rector de la sociedad. Postales sui generis pueden contemplar los paseantes, tal es el caso de iglesias rebosantes de feligreses (la mayoría con el diezmo en la mano), plantones que buscan, mediante la oración, erradicar el aborto, cantantes callejeros desgañitándose con alabanzas y villancicos (sí, querido lector, villancicos en noviembre), en fin, estampas que los capitalinos asociamos, a veces ingenuamente, con la vida en provincia. En primera instancia, puede resultar extraño, incluso un poco surrealista, pero México se compone primordialmente por la diversidad, somos muchos países dentro de uno.

 

No obstante, caminar por las calles de León es contemplar un mosaico multicultural, esto debido a la creciente infraestructura que la bonanza industrial derrama sobre el municipio. Plazas comerciales gigantes, tiendas de ropa de diseñador, restaurantes gourmets, recintos culturales, de convenciones y espectáculos fastuosos, etc., las supuestas bondades del hipercapitalismo se encuentran aquí.... León no tiene nada que envidiarle a otras grandes metrópolis; entonces, es normal encontrar personas de tez completamente blanca, cuasi roja, o jóvenes asiáticos deambulando por el ágora. Tal vez, el crisol policultural sumado a las nuevas generaciones de efebos leoneses rompan con la figura de ultras moralinos. Finalmente, todo cambia

 

No obstante, la noche del viernes 24 de noviembre en las instalaciones del teatro María Grever, se presentó la durísima puesta en escena La rabia, del joven dramaturgo David Eudave, miembro de la Compañía de Artes del Campus Guanajuato de la Universidad de Guanajuato. El recinto se encontraba repleto y con muchos incautos haciendo fila con la esperanza de acceder a la obra. El público era un amasijo de adolescentes, adultos y adultos mayores. Entraron a la boca del infierno, las sonrisas se borraron y rostros acongojados y taciturnos (algunos serios e incómodos) se esparcieron como pólvora sobre los espectadores.

 

Montaje desnudo en cuanto a la escenografía, un foco colgaba sobre la cabeza de los ocho actores, cinco mujeres y tres hombres (Lorenie Jiménez, Araceli Velázquez, Perla Rodríguez, Claudia de los Santos, Elena Spindel y Job Díaz, Sergio Rojas y Mauricio Romo), ninguno mayor a los 25 años. Una pantalla, una guitarra, veladoras y  eventualmente  un cajón de madera multifuncional son todo lo que estos actores necesitaron para desplegar sus tablas sobre el proscenio. Desde la concepción del teatro clásico el objetivo principal era despertar la empatía del espectador por medio de la catarsis, incluso la incomodidad y el asombro fueron y son cualidades inherentes de la dramaturgia. Eudave bordó un texto dividido en 43 (ese número que remite a la ignominia) cuadros devastadores que muestran la violencia, la resistencia ante el olvido, la persecución y las desapariciones. Brutales son los primeros minutos, conmovedores y asfixiantes. La atmósfera se enrarece, se respira miedo e impotencia...dolor. El horror de vivir en un país lleno de fosas con seres humanos anónimos, arrebatados, condenados al ostracismo y posteriormente al inexorable olvido.

 

https://www.youtube.com/watch?v=sHd6f3cJAiA

 

La historia de cinco mujeres que se debaten en medio de un ambiente hostil, que podría ser México, Colombia, Siria, Zimbabwe, cualquiera, el fantasma de la violencia y las miserias que desencadena no tienen frontera. Tal parece que la audiencia se encaminó hacia uno de los círculos del infierno que plasmó el divino Dante.

 

Cómo lidiar con el dolor, con la pérdida, con la incertidumbre… Cómo dejar ir el recuerdo de aquellos que nos arrebataron, que nos mataron, que nos desaparecieron. ¿Cómo?

 

Eudave y su eficaz equipo de actores, músicos y diseñadores (luz y vestuario) encontraron el punto de equilibrio entre la calidad y técnica actoral y la sobriedad escénica. La piedra angular de la puesta son los actores y las sensaciones que recrean y transmiten a flor de piel, se vislumbra un futuro brillante para la mayoría de ellos.

 

Se encienden las luces y los aplausos si bien son constantes, suenan apáticos, incómodos. La audiencia en su mayoría desencajada, con los rostros que anuncian desconcierto, incluso incredulidad, unos pocos miedo, lágrimas en otros. Gracias David Eudave y compañía, gracias teatro.

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