#38MNT. De pícaros, niños de la calle y género

  Los sábados por lo general son aburridos (puedes dejar de leer si gustas, no cambiaré el inicio de mi texto), el imaginario colectivo dicta que el sexto día de la semana es mucho mejor que el denostado y maltratado, injustamente, lunes. No obstante, es cierto que los días se hacen a la medida (como los trajes), entonces, es sábado, nos encontramos en León y hay teatro por doquier. Así, el día no pinta nada mal, tal parece que no será tan aburrido, después de todo, una de las mejores cualidades del arte es que modifica nuestro entorno y nos acerca al mundo desde nuevos enfoques y perspectivas.

 

La tarde es agradable, no hay tanto bullicio a pesar que el ágora leonés está semilleno, los kioscos, las fuentes y bancas alojan a múltiples familias, ancianos que miran el horizonte como si recordaran un viejo amor, jóvenes que se abrazan y besan efusivamente, niños que corren y desobedecen las órdenes maternas, en fin: un cuadro costumbrista que retrata el fin de semana en el bajío guanajuatense.

 

 

El calor arrecia y por momentos el bochorno luce implacable, la cebadina parece fungir como oasis en pleno azote del sol (¡ingenuo de mí!). El camino hacia el teatro Manuel Doblado es una pequeña travesía de colores, aromas y texturas que regodean los sentidos, la obra que nos concierne es Sie7e o El pinche Sie7e como prefiere llamarla Saúl Enríquez su escritor-director.

 

La compañía encargada de montar Sie7e es Nunca Merlot Teatro, proveniente del sureño Quintana Roo, la obra aborda la situación de vulnerabilidad de los niños que habitan en las calles; sus peripecias y desgracias cotidianas son retratadas desde la perspectiva de los infantes, miramos y sentimos a través de ellos. El pinche Siete es un chamaco que nació a la intemperie, como millones, poseedor de un carisma extraordinario pero con la maldición de tener por madre a una mujer guapa pero chimuela y con un tatuaje de estufa en la espalda. Además de su peculiar aspecto, la mujer rechaza de mil maneras al desafortunado niño; como si su sino no fuera malhadado, una mañana desaparece la matrona chimuela. Ante tan desolador panorama, Siete se refugia con una cofradía de escuincles tan desgraciados como él, relegados y despreciados por la sociedad que los invisibiliza, pero al fin y al cabo su única familia y soporte.

 

https://www.youtube.com/watch?v=WJR1dCEqzv8

 

La puesta en escena es sobria, sólo hay un puente en medio del escenario como escenografía donde se desenvuelven eficazmente los seis actores que encarnan a los diferentes personajes: el omnipresente Siete, un payaso de crucero y la pandilla de niños callejeros. El subtexto de la obra alude al lado oscuro de los paraísos artificiales hipermodernos, mientras los destinos turísticos (ergo Cancún) y suburbios residenciales florecen y resplandecen, en las periferias se desarrollan historias de dolor, subdesarrollo, penurias e injusticias. Esclavitud, trata de personas, desamor y descomposición social son sólo algunos de los aspectos a los que alude la obra de Enríquez. Inmediatamente, su obra se asocia con De la calle, obra del dramaturgo Jesús González Dávila, y, recientemente, con la película méxicana Vuelven. Los tigres no tienen miedo, de la cineasta mexicana Issa López. Escenificación entrañable con personajes carismáticos que muestran que el amor existe incluso dentro de los escenarios más paupérrimos y desolados.

 

En punto de las cinco de la tarde y después de degustar un beso del diablo (no se espanten, no es ningún aquelarre, es sólo una nieve) y una tradicional guacamaya (chicharrón seco con pico de gallo, aguacate y una salsa de lujo), me encaminé al foro Caja Negra MNT, alojado en medio de un estacionamiento (así bien underground el asunto), para contemplar el estrambótico espectáculo de cabaret del gran Tito Vasconcelos en complicidad con Luis Esteban Galicia y Josafat Molineros, quienes montaron el show cómicomágicomusical De pícaros, truhanes y actores.

 

Está por demás decir que la calidad interpretativa del señor Vasconcelos es una delicia, cabaret e improvisación son los asideros del trabajo en las tablas. Como si nos remontáramos al Siglo de Oro y tuviéramos de frente a una compañía de pícaros errante que engatusa e hipnotiza a su anonadada audiencia que se revuelca por las arcadas ocasionadas por los constantes ataques de risa.

 

 

Celestina, Trotaconventos, Lázaro de Tormes, Chanfalla, Chirinos, damas bobas y demás son los personajes que encarnan para ilustrar la genealogía de los vivales, los maestros del engaño y la charlatanería. Espectáculo que tiene su génesis en el entremés cervantino El retablo de las maravillas, no obstante, abreva de temas tan disímiles como la corrupción en México, la mojigatería panista, el mesianismo de Andrés Manuel, entre muchos otros temas de la agenda pública mexicana. Humor y críticas mordaces matizadas por una de las armas más poderosas de la humanidad: la risa. Maestro Vasconcelos, tiene usted razón: la risa es un arma revolucionaria y de resistencia.

 

https://www.youtube.com/watch?v=eUx_E8phTKs&t=1759s Por último, ya en plena noche, nos trasladaron hacia las instalaciones del teatro Ignacio García Téllez del IMSS, para ser testigos de la pieza performance: Trans [Pieza documental sobre la identidad de género], del dramaturgo Bruno Ruíz con la dirección de Luis Rodríguez y sobre las tablas se encuentran las actrices: Myrna Moguel, Cecilia Ramírez Romo y, en la música sobre el escenario, Monique López.

 

Femenino y masculino. No hay más. Nombre es igual a destino, decían los antiguos griegos. En junio de 2015 el cuerpo de una persona trans fue encontrado con huellas de tortura, envuelto en la bandera mexicana y con diversas vejaciones, en un paraje abandonado en Granjas del Valle, Chihuahua, su único delito fue ser diferente. El atroz hecho  coincidió con la legislatura que acordó la unión civil de personas con el mismo sexo,  el crimen fue la mayor manifestación de odio hacia lo diferente.

 

 

La compañía TransLímite retoma e terrible caso para crear una obra de carácter documental, sórdida y descarnada que escarba en las entrañas de nuestra sociedad machista, así como en los estereotipos que lejos de acercarnos como seres humanos nos alejan, dividen y etiquetan. ¿Qué es ser mujer? ¿Qué es ser un hombre? ¿Soy mujer? ¿Soy hombre? Me gusta una mujer trans, pero soy hetero, ¿sigo siendo hombre?

 

El trabajo actoral de las interpretes es un tour de force que navega entre el monólogo y el guión de un documental. Con una escenografía básica una tinaja, piedras, dos lámparas, una pantalla donde se aprecian diversos testimonios de personas trans y tres cajas de cartón (aunado a la cercanía total del público), hacen de esta pieza una experiencia dolorosa pero necesaria. Trans apela a despertar el interés y la empatía hacia un sector de la sociedad que a la fecha sigue en estado de indefensión, excluídos y, lamentablemente, asesinados por el odio de personas que no los entienden.

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