Fontaines D.C: el Romance es un lugar (Extracto)

Fontaines D.C: el Romance es un lugar (Extracto)

La gruesa textura de la tipografía gótica resplandece sobre un verde radiactivo, anunciando el descubrimiento, a veces real y a veces falso, tan medieval como cosmopolita pero ahora completamente fresco bajo la nueva administración de Grian Chatten; el Romance es un lugar.

El arribo a la nación es complicado. Se accede solo por invitación y su naturaleza hace que aparezca y desaparezca del mapa. Está ahí - tras un roce de manos o una mirada - y luego no lo está. Es una geografía pantanosa. Las lagunas mentales escabrosas y los ríos de lágrimas que bordean la ciudad.

El túnel gigante para entrar parpadea con estrobos. Cualquiera pensaría estar en los interiores de una bestia a punto de despertar, un kaiju lleno de rabia, y en cierto sentido tienen razón. “Romance is a place for you and me”, silba el viento en la entrada.

El siguiente track del recorrido es igual de peligroso, pero familiar. El cambio de altura y a veces la ausencia de aire, sofocan los pulmones después de cada coro. Adaptarse o morir: no cualquiera puede ser un Starburster.

De una postal similar a Wicklow emergen montañas gigantescas, cumbres borrascosas cuyo zenit lleva por nombre deseo. La espesa neblina confunde a los alpinistas que llegan a lo más alto sin recordar las razones de su ascenso. El surplus les haría saltar si no fuera porque solo desde allí se siente cercana otra montaña, siempre más grande, más alta y más bella. La felicidad queda definitivamente lejos del Romance y su orquesta repetitiva.

De vuelta al suelo hay una carretera destruida que cruje con la huella de miles de motoristas pandilleros, espejismos que combaten con máscaras Hannya pero que no están ahí, a diferencia del real graffiti neón sobre el pavimento que declara “If you change your mind, I’ll be waiting” junto a una silla vacía que lleva esperando largo tiempo, igual de largo que el que le falta por esperar.

Los motoristas, que parecen ser la atracción principal del lugar, han conferido su aroma a las salas de cine vacías. Huelen a piel gastada y gasolina, con una pantalla plateada que reproduce en loop el rostro de Matt Dillon en la película Rumble Fish, junto con el recuerdo de aquellos hermanos menores que, irremediablemente, repetirán nuestros viajes al romance. 

A un costado del monte Vivir-del-arte, pero sin llegar al precipicio de Morir-por tus-ideas está el mundo moderno, lleno de pastillas calmantes que hacen que no te sientas mal e ignores el rostro de los millones que te rodean. Te interesan menos las personalidades y los individuos, pero dices amar la vista de los edificios con sus luces prendidas porque anuncian que alguien ocupa sus espacios.

El lugar llamado Romance te puede expulsar en cualquier momento. Pasarás allí años plácidos o te mantendrás en él por apenas unos segundos. Sea como sea,  siempre querrás volver. No importa si renunciaste  a tus emociones o sigues buscando cualquier pretexto para hablar de ellas. Puede que también escribas reseñas musicales con metáforas torpes sobre el sonido de un álbum para aferrar tu mente al Romance, pero ¿hay algo más romántico que eso? 

Y si no, puede también que Fontaines D.C lo merezca y se conviertan en los herederos resucitadores del mil veces muerto Rock. El tiempo lo dirá. Mientras, los dublineses merecen estrellas que parpadean, estadios que vibran, reseñas snob, el título sin importancia de Extracto y, sobre todo, nuestra más atenta escucha.

¿El arte no es suficiente?

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