Ser tú mismo es el acto más punk: Kim Gordon e Iggy Pop en el Corona Capital
Por: Regina Vázquez Eimbcke
Hay una película que me encanta: Grey Gardens (1975). Es un documental sobre Little Edie y Big Edie: dos primas de Jackie Kennedy que, en su momento, vivieron con lujo, pero terminaron en una casa casi en ruinas, sin agua ni comida. A pesar de todo, Little Edie siempre fue ella misma. Una de mis frases favoritas de ella es: “¡Este es un atuendo revolucionario! ¡Nunca uso esto en East Hampton!”, mientras se pone un look hecho con ropa reciclada y un pañuelo en la cabeza. Es su forma de decir: esto soy yo, me gusta a mí, y eso es suficiente.
Ayer en el Corona Capital, no dejé de pensar en esa película. Desde el momento en que Kim Gordon salió al escenario, algo hizo clic. Tiene 70 años y, como Little Edie, sigue siendo auténtica. Agarró su bajo, empezó a tocar y, de repente, todo tuvo sentido. Después de más de 30 años como ícono de la música, Kim sigue siendo fiel a lo que es, sin importar lo que pase a su alrededor. Su esencia sigue ahí: en sus canciones, en sus letras, en su forma de vestir y en la gente que la sigue.
Este año lanzó The Collective, un disco que Pitchfork describe como “beats trap distorsionados y ruido industrial con letras que parecen pensamientos al azar”. Y sí, suena raro, pero tiene todo el sentido cuando lo escuchas. El título del álbum viene de una obra de arte que Kim mostró en Nueva York: un lienzo lleno de agujeros del tamaño de un iPhone, como recordatorio de cuánto tiempo pasamos mirando nuestras pantallas. El disco es igual: ruidoso, intenso… como si estuvieras atrapado en el scroll infinito de TikTok. Pero, detrás del caos, encuentras a Kim siendo ella misma, experimentando sin miedo y haciéndolo a su manera.
Lo que más admiro de Kim es que nunca ha tenido miedo de romper las reglas. Desde sus proyectos más raros hasta sus momentos más populares –como cuando apareció en Gossip Girl tocando en una boda– siempre ha sido genuina. Incluso en The Collective, habla de cosas simples como papas caras o trofeos de boliche; pero todo tiene peso porque viene de ella.
Mientras la veía tocar, pensaba en cómo, en un mundo que cambia tan rápido, ser uno mismo puede ser el acto más rebelde. Al terminar el concierto de Kim, fui directo a ver a Iggy Pop. Aunque la energía era diferente, de alguna manera era parecida. Iggy tiene 76 años y, como Kim, sigue siendo fiel a su esencia, la misma de cuando era líder de los Stooges, hace más de 50 años.
En una entrevista con The New York Times en 2019, Iggy Pop habló sobre cómo, al principio, le molestaba que lo llamaran el “Padrino del punk”: “Al principio me molestaba, pero ahora no me importa que me llamen así. ¡Supongo que ya me queda el saco!”, dijo, aceptando su rol dentro de la historia del punk. Para él, lo importante es que su música siga viva, y que cuando alguien la escucha, se está conectando con algo auténtico. “Cuando algún tipo de música aún disfruta de vitalidad, eso es influencia social”, explicó. Y eso es precisamente lo que hace Iggy, se mantiene fiel a sí mismo y a su música, aún después de tantos años.
Algo que realmente cambió mi perspectiva de la vida fue una conversación entre Iggy Pop y Anthony Bourdain. Iggy compartió algo que me hizo reflexionar profundamente: “Estoy comenzando a tener áreas de mi vida profesional en las que me siento satisfecho, pero eso no hace nada por mí, salvo resolver un problema. El problema era que, durante años, luché primero por probar que tenía talento, luego por desarrollar habilidades y finalmente por ponerlas en práctica. Aunque haya alcanzado el éxito y el reconocimiento, lo más importante no es eso".
La verdadera lucha de Iggy, como la de cualquiera, es encontrar satisfacción personal y, sobre todo, mantenerse fiel a uno mismo, sin importar cuánto cambie el mundo a su alrededor. Esto me dejó pensando: al final, el verdadero reto es ser feliz con lo que eres, independientemente de cuántos logros consigas.
Ver a Iggy en el Corona Capital fue otra muestra de esto. Su presencia en el escenario es cruda, llena de energía, y aunque ya no es el joven de los Stooges, sigue siendo él mismo. Iggy no tiene miedo de mostrarse tal cual es, de conectar con el público de la manera más honesta posible.
A lo largo de los años, Iggy ha demostrado que la autenticidad está por encima de todo. No le importa seguir las tendencias ni adaptarse a lo que se espera de él. Sigue siendo él, sin reservas. En sus últimos conciertos, por ejemplo, no intenta impresionar ni encajar en ningún molde, simplemente sigue siendo el mismo Iggy que se subió a los escenarios hace más de 50 años. Y esa actitud es la que lo mantiene relevante, aún hoy.
Y así, el domingo del cierre del Corona Capital, con grandes nombres como Paul McCartney, Jack White y Beck, Kim e Iggy mostraron lo que realmente significa ser uno mismo. Ambos ofrecieron algo que no se puede copiar: la autenticidad pura. Porque, al final, lo más punk no es el ruido ni la rebeldía: Lo más punk es mantenerte fiel a lo que eres, en cualquier escenario, ante cualquier multitud. Eso es lo que realmente los hace especiales y lo que hizo de sus presentaciones en el Corona Capital algo único.