De cómo envejecer en el punk rock sin hacerse (tan) rancio: Blink-182 en México
Advertencia: Escribo este texto con la superioridad moral de quien estuvo en la única fecha del regreso de Blink-182 a la CDMX. Es broma, pero si quieren no es broma.
La noche pintaba perfecta para la nostalgia: treintones en bermudas (empezando por mí), mercancía pirata que atendía diferentes momentos de los más de 30 años de carrera de Blink 182 y uno que otro jovencito de menos de 20 años por ahí que sobresalía por la notoria diferencia de edad.
Muchos años sin embarcarse en un tour mundial después de experiencias cercanas a la muerte, entre el avionazo de Travis y el cáncer de Mark; de Tom emprendiendo una misión para demostrar científicamente que los aliens sí existen; de un incipiente cambio de alineación que pronto pasó al olvido; de formar cada quien su familia y en el caso de Travis, de unirse a la familia más popular de la televisión al casarse con Kourtney Kardashian; tuvimos a Tom, Mark y Travis otra vez en un escenario de nuestra ciudad.
El concierto no fue perfecto pero ¿acaso alguien esperaba eso? Mark se veía fatal y no podía cantar por una gripe (que resultó ser bronquitis) que había pescado en nuestra contaminada capital. El Palacio de los Deportes y su acústica no ayudaron mucho y nos quedamos con ganas del típico cierre con Dammit. La buena noticia es que los clásicos chistes de masturbación, senos grandes, tener relaciones con las mamás de tus compañeros de banda y decir groserías como pubertos, increíblemente no se sintieron más rancios de lo que ya eran. Por el contrario, siguen siendo chistosos cuando son Tom y Mark quienes los dicen.
El trío californiano entendió la misión para dedicar una gran parte del set a los discos ya clásicos de su repertorio, aderezados por algunos cortes de su disco más reciente ‘One more time’ y algunos otros no tan añejos del ‘Neighborhoods’, haciéndome pensar que lo único que me hacía falta en ese momento era tener a mis compas de la secundaria conmigo en ese momento.
Increíble hubiera sido abrazar a Gerardo (Pomi, para los cuates) como cuando celebrábamos un truco en la patineta, o reírnos de los adultos y sus formas anticuadas de existir como lo hacía con Alex y Óscar. Aventuras de quinceañero que en muchas ocasiones tuvieron a Blink como soundtrack.
¿Cuántos no soñaron e intentaron ser tan rápidos como Travis Barker en la batería? ¿Quiénes no cambiaron los dedos por la plumilla al tocar su bajo después de ver a Mark Hoppus? ¿Cuántos no quisieron el carisma y emularon el timbre alto, ideal para el pop punk, de Tom Delonge?
Aunque muchos lo intentamos, todos fracasamos porque nadie puede ser Blink-182. Esa es su magia y eso es lo que los hace icónicos. Ni siquiera ellos mismos pudieron ser Blink por mucho tiempo sin los tres personajes que hicieron grande a la banda.
Santi Villa, uno de los colaboradores más chavitos que tiene Ibero 90.9 (quien además se rifó esta impecable reseña del último disco de Blink) se acercó a mí el día después del concierto y me dijo: “Sé que te gusta el punk pero nunca pensé verte con una playera de Blink-182. Pensé que eso ya lo habías superado.” El 2 de abril me di cuenta que “eso” nunca se supera. Y vaya mérito que resulta envejecer en el punk rock (y en la vida misma) sin perder tu esencia y sin esconder a ese morro que fuiste y siempre vivirá en ti.
Nadie imaginó que esa noche sería la única de las cuatro presupuestadas que se lograrían. Qué afortunados los más de 20 mil que estuvimos ahí, con más años y más canas, pero abrazando a ese morro que fuimos y que siempre vivirá en nosotros.
Vaya mérito que resulta envejecer dignamente en el punk rock (y en la vida misma).