Los zombies, probablemente más que Drácula, Frankenstein, las momias o los aliens, son los monstruos más emblemáticos de la historia del cine. Su naturaleza tan lejana, pero al mismo tiempo cercana, a la amenaza que representan los humanos para sí mismos, los han hecho eternos para las especulaciones del celuloide.
El cine y los zombies, toma 1.
El origen del zombie se remonta a Haití, donde una serie de malas lecturas, reapropiaciones, interpretaciones racistas e incluso remor a la religión vudú dieron origen al zombie, que en al isla se considera un cadáver reanimado por un mago o hechicero.
No obstante, la maquinaria de narrativas exotistas de Estados Unidos pronto hicieron del zombie una maquina de la sensación, creando películas de horror sobre cadáveres que regresan a la vida como huecos cascarones con una mínima semblanza de rastro humano.
Desde los años 30, el cine hollywoodense se regodea en narrativas sobre muertos vivientes, traídos a la vida por la obra siniestra un hechicero y —al menos en sus inicios– a veces eran profundamente racistas, no por nada la primera película de ficción sobre estas criaturas se titula White Zombie o Zombie Blanco, y estelariza Béla Lugosi.