La complicidad como fórmula secreta en la partida: ‘Mi Niña’
En el instructivo de la vida se ha señalado como designio del ser humano formar una familia, siendo la procreación uno de los fines principales. Sin embargo, por más que existan libros ilustrados que guíen a los padres en la crianza y desarrollo del nuevo ser, nada los prepara para la partida de un hijo. Mi niña, dirigida por Lisa Azuelos, es un ejemplo de ello; cinta que conforma la 23º selección del Tour de Cine Francés en México este año.
Héloïse, interpretada por una excelente Sandrine Kiberlain, es una mujer divorciada y madre de tres hijos; el duelo que está próxima a enfrentar es la despedida de Jade (Thaïs Alessandrin), su hija menor, quien recientemente ha obtenido una beca para continuar sus estudios universitarios en Canadá.
La relación que ambas mantienen es similar a la de dos compañeras de piso, donde los roles de madre e hija se desdibujan y se intercambian con frecuencia.
Los episodios de corte intimista van desde desayunos con emparedados sin orillas, tardes de estudio, discusiones sobre paracaídas, y fiestas caseras con uso de cannabinoides. Una comedia encabezada por atinadísimos monólogos de la protagonista, quien destaca por ser un personaje liberal, moderno y deshinibido, pero a la vez, tan frágil e incapaz de soltar su pasado.
¿Cómo custodiar las presencias y los instantes de los que más amamos? Donde la memoria parece no ser suficiente, la tecnología se nos sugiere como la opción más viable; así Héloïse decide utilizar su celular como una cápsula del tiempo para grabar y conservar sus recuerdos, en aras de revivirlos cuando su hija ya no esté a su lado.
En este sentido los flashbacks conforman un rompecabezas, donde la infancia de Jade, y la de sus dos hermanos, presentan viñetas que embonan perfectamente con el presente. Un presente que se revela muy distinto y se percibe nostálgico desde los ojos de la propia madre. Cuando has dedicado toda tu vida a criar a otro no sólo existe el miedo hacia el abandono, sino el temor de recomenzar una vida, de concientizar que ésta te pertenece. Con una corona en la cabeza, casi como una niña, Héloïse intenta asimilarlo mientras se aleja.
Mi niña nos conduce de la comedia al drama, nos habla de aprendizajes bilaterales sin importar la edad y las jerarquías que designa el lazo sanguíneo; nos identifica con conflictos humanos, antes que familiares, donde la complicidad entre los miembros es la fórmula secreta para mantenerlos unidos, aún si existe la distancia física.