Por: Luis Sokol
No se puede escuchar un disco de The National y esperar terminar de buen humor y listo para ir a bailar a algún antro. Es más bien una banda para escuchar una tarde lluviosa de verano en lo que se observa el agua recorriendo las ventanas que se mueven por el viento y contemplando el gris del cielo.
La misma disquera que produce a TV on the Radio, The Big Pink y Deerhunter, 4AD, sacó este mayo el sexto álbum de estudio (y segundo con esta disquera) de la banda de Cincinnati, la obra se titula Trouble Will Find Me.
La curiosa portada se divide en dos partes. Por un lado se ve media cabeza con los ojos cerrados; cabeza inerte de una joven acostada en el suelo. Por el otro se ve reflejada, en lo que parece ser una pared de espejo, la misma media cabeza. Sin embargo, en esa otra dimensión que proyecta el espejo se puede ver que la joven tiene los ojos abiertos; deja de ser un ser inerte y toma vida. Esto hace pensar sobre la dualidad; la vida y la muerte ¿será un tema recurrente en el disco? Y así, desde la portada, te atrapa.
El disco empieza con “I Should Live in Salt”, una canción lenta y pegajosa. Basta con escucharla una vez para saberse la mitad de las letras. “You should know me better than that” se repite incansablemente durante la rola, esa misma frase evoca un sentimiento de decepción. Tener que decirle a alguien esa oración nunca puede ser algo bueno.
El segundo track, “Demons”, nos introduce por completo al disco, ya no hay escapatoria. La característica voz barítono de Matt Berninger penetra los oídos, pero no se detiene ahí ¡No! Baja directamente al corazón para darle unas buenas patadas y hacernos sentir exactamente como él se siente. La rola tiene un tinte optimista, “I wish I could rise above” dice Berninger, refiriéndose al agua en donde él se encuentra sumergido, y sin embargo, cualquier esperanza se disipa cuando lo escuchamos cantar “I stay down with my demons”.
http://youtu.be/yIWmRbHDhGw
Lo anterior se puede apreciar durante toda la obra. Canciones que dan un sentimiento de estar a punto de estallar con ruido y euforia que, sin embargo, dejan al escucha esperando inútilmente por esta explosión. Un disco que obliga a cerrar los ojos y disfrutarlo, nos deja en un estado de melancolía cuasi meditativo que, contradictoriamente, genera el impulso de salir a la calle a gritarle al mundo ¡Estoy vivo!