El 1 de marzo de 2010 el cineasta iraní Jafar Panahi fue detenido en su casa junto a su familia y un grupo de amigos con los que fue encarcelado en la prisión de Evin. Tras meses de incomunicación y violación de sus derechos humanos el director fue condenado a 6 años de cárcel y 20 años sin poder salir de sus país, dar entrevistas o filmar y producir películas.Nuestra película de esta semana, Taxi Teherán, es la tercera que ha realizado Panahi desde que vive en arresto domiciliario y, como todas sus obras previas, es una muestra más de su creatividad e inteligencia para vencer la censura de un estado represor. Filmada gracias a una pequeña cámara fijada a bordo de un taxi que él mismo maneja, la historia se cuenta a través de una colección de personajes que, interpretándose a ellos mismos, componen un fresco social de lo que se vive hoy en la capital de un país como Irán. Abordo del vehículo se habla de todo un poco y la conversación puede girar en torno a la justicia y la pena de muerte, las creencias y tradiciones de la gente mayor, la venta de películas piratas, el ejercicio de clase de video de la sobrina del director o el asalto sufrido por un conocido. Brillante, entrañable, transgresora y profunda Taxi Teherán llegó en un USB, de manera secreta, al comité de selección del Festival de cine de Berlín de 2015 que primero la eligió como parte de la competencia oficial y luego la premió con el oso de oro. Al seguir Panahi bajo arresto domiciliario, recogió el premio su sobrina de 13 años en un acto que resultó particularmente emotivo y simbólico. Por todo lo anterior vale la pena verla y descubrir, a través de ella, la realidad política y social de los herederos de la antigua Persia en su condición actual. Por aquí seguimos encontrándonos. El More