Después de cuatro semanas de postemporada, diecisiete de temporada regular, cuatro de playoffs y dos de espera, finalmente llegó el 2 de febrero y el mundo se concentró en Nueva Jersey para la cuadragésima octava edición del Super Bowl. Un equipo buscaba su tercer anillo de campeón, mientras que el otro estaba en su segunda oportunidad por obtener el ansiado trofeo Vince Lombardi. La mejor ofensiva y la mejor defensiva, todo se había dicho ya en cuanto a los números previos, quedaba el emparrillado para demostrar.
Un escenario pletórico, una marea naranja que venera la imagen de la dupla que los trajo hasta aquí. El 7 y el 18 era el común denominador entre los Broncos presentes. En el otro lado, hay una mezcla entre verde, azul y gris, pero su tótem trasciende a cualquier jugador, pues la propia afición consiste en el jugador número 12 (Lo siento Boca, pero estos si son oficialmente “La Doce”).
Una ceremonia digna del evento. Con toda la mística que siempre caracteriza al vecino del norte, ambas escuadras salieron entre juegos artificiales y la moneda estaba en el aire… El Super Bowl XLVIII estaba por arrancar.
Dice el dicho: "Las defensivas ganan campeonatos", y el partido no pudo concordar mas con este idea. Tan sólo pasaron doce segundos y los Seahawks ya iban ganando 2-0, producto de un error en la comunicación de Peyton Manning con su línea ofensiva. Esto le dio el balón a Seattle que solo pudo redituar en tres más a la cuenta y el partido se puso 5-0.
El famoso jugador número 12 de Seattle terminó por reventar el MetLife Stadium, como su equipo al rival. El 18 de Denver sacó ese lado que se le conoce con las bajas temperaturas y no obtuvo mas que errores que poco a poco terminaron de sellar el destino del campeonato. Una intercepción de tres puntos, otra devuelta a las diagonales. Las defensivas ganan campeonatos, sí. Pero las ofensivas los pueden regalar.
Tras una primera mitad en la que solo hubo un equipo, el espectáculo del Medio Tiempo pintaba para ser el verdadero show y aunque podríamos decir que la combinación fue interesante, Bruno Mars y los Chili Peppers se quedaron lejos de las actuaciones memorables en el "Half Time Show".
Al igual que en la primera mitad, bastaron sólo 12 segundos para que Seattle ampliara su ventaja a 29 y el Super Bowl XLVIII parecía tener dueño. Moralmente el conjunto administrativamente local estaba desmoronado y Seattle no necesitó mucho esfuerzo para avanzar en el campo.
Al inicio del cuarto, Denver anotó ocho puntos, “de la honra”, si es que le podemos llamar así. Pero Seattle, en una muestra no se si de dominio o de respeto competitivo, les respondió al poner 43 puntos en el marcador. A la par de esto, los aficionados de Denver abandonaron el inmueble, dejando a un amplio "jugador número 12" que empezaría su fiesta apenas el reloj llegara a ceros. La estrategia fue simple: correr y terminar el reloj. Los Broncos no pusieron resistencia y la vitrina del Lincoln Century Field ya estaba por recibir al ilustre Trofeo Lombardi. Denver tomó el balón una última vez para seguir juntando récords, como a lo largo de su temporada, pero todo ello sabía a nada sin el preciado anillo de campeón. Peyton Manning
Para los oriundos de Seattle, el estadio se convirtió en una sucursal, pues hasta un extraño humo empezó a permear en los alrededores de la tribuna y en el campo, los Seattle Seahawks terminaron una espera de casi 40 años encontrando su título justo en la otra parte geográfica del país. En la capital del estado de Washington todavía es temprano: ¡qué empiece la fiesta!.