¿Somos humanidad o somos bestiario indiferente? Aziz Gual
Olvidamos y nos olvidamos, la memoria nos juega chueco ¿Qué pasaría si se descuidaran los recuerdos hasta borrar la existencia de uno mismo? El bestiario del gesto de Aziz Gual, es un espectáculo de clown tragicómico donde el protagonista de la historia vuelve a sus orígenes y recupera esa inocencia infantil en donde todo parece desconocido, incluso su propio cuerpo.
Este viaje se convierte en un proceso de identificación y reconocimiento, el personaje se entusiasma de cosas tan básicas como el latido de su corazón, hasta cuestionamientos más profundos, como la libertad dentro de los límites del cuerpo, o la construcción de un mundo falso creado por el ser humano. Vemos a un hombre desesperado por entender lo que es.
Gual utiliza una serie de máscaras para representar la exploración de los gestos. Están hechas de trapos y son colocadas en la cabeza como una envoltura, una máscara sobre la otra. Poco a poco las arranca hasta tirarlas al suelo y quedar descubierto, pero aún con el impulso de arrancarse su propia cara. No es capaz de identificar lo que le ocurre porque ni siquiera puede nombrarlo.
La obra se nutre de tonalidades rojizas, un baterista que ambienta con suspenso y dos payasos en escena. La comedia no es excluida de la obra, de pronto vemos cómo uno de los payasos nos sorprende con máscaras de caras que tenía guardadas en las rodillas, muñecas, glúteos, panza e incluso, en los genitales. Todo representado como una divertida autoexploración. Nos contagian de su angustia al no reconocerse en el espacio. Uno de ellos juega metiéndose en cubetas de diferentes tamaños, en ocasiones sin poder salir de ellas; su nerviosismo expresado en risitas y su alegría de reconocer ciertos elementos, como su propia familia.
La idea de esta historia surge a partir del Alzheimer que padece un amigo cercano del creador. Se cuestiona qué tanto la memoria se degrada por imposición del cuerpo y qué tanto es por voluntad propia, o como él lo nombra, conformismo. También se inspira en la situación que viven muchos esquizofrénicos, donde no reconocen sus propios miembros y se ven en la necesidad de deshacerse de ellos. Gual confiesa que su memoria también lo traiciona, y que en ocasiones, los diálogos también se le olvidan durante el show.
Observándolo desde un ámbito más filosófico, Hillary Putnam, enfocado en filosofía de la mente, menciona en su libro La trenza de tres cabos, que existir es un juego, que somos conciencias encarnadas donde, entre nuestro cuerpo, nuestra mente y el mundo, no existe separación. El personaje se da cuenta de que tiene necesariamente una relación con el mundo y va descifrando los significados que la humanidad ha establecido.
Como acto final, Gual realizó una dinámica en donde se embarró de lodo la cara y se echó cubetazos de agua, representando la forma en la que nos enajenamos del mundo y olvidamos al otro. Al final, aparece un hombre enano con un disfraz tapizado de relojes (como símbolo del tiempo), quién toma de la mano al payaso y lo saca del escenario. Una analogía que nos demuestra cómo consumimos tiempo y cómo el tiempo nos consume, mientras los recuerdos se degradan en el camino.
Fotos: Adriana Uribe