Shields, el nuevo álbum de Grizzly Bear los encuentra en su mejor momento, montados en la cresta de la ola. No es casualidad. La colaboración entre músicos talentosos es uno de los pilares de la cosmogonía del rock, desde los méritos prehistóricos del rock and roll de Jerry Lieber y Mike Stroller hasta el aquelarre contestatario conformado por Joe Strummer y Mick Jones en The Clash, el teamwork ha sido una de las variables más positivas de ese rompecabezas que es el proceso de creación musical.
En el caso de Grizzly Bear, el cuarteto originario de Brooklyn, además de talento como compositores, las voces de Daniel Rossen y Ed Droste alcanzan una sintonía de timbres que catapultan su música a estados sublimes, similares al “God Only Knows” de los Beach Boys o el “Scarborough Fair” de Simon & Garfunkel.
Desde sus inicios con el Horn of Plenty, hace una década, encontramos una música que nos hace sentir la nostalgia por lo desconocido, por aquello que aún está por arribar, por un futuro incierto y esperanzador por partes iguales.
Se podría argumentar también que su origen en Brooklyn, esa península idílica de la que han salido agrupaciones como LCD Soundsystem, Sufjan Stevens o los Yeah, Yeah Yeahs es también un viento a su favor. La música de Brooklyn está pasando por su mejor momento, basta con escuchar las nuevas producciones de Animal Collective o los Dirty Projectors.
Con Shields, Grizzly Bear logra consolidar un sonido propio y único, que roza las órbitas del folk, el rock experimental y la electrónica sin casarse con ninguno de estos estilos, en algo que se ha dado por llamar pop barroco, género al que han pertenecido agrupaciones tan grandes como The Moody Blues, The Beatles o Procol Harum.
En palabras de los integrantes de Grizzly Bear, Shields es su proyecto más colaborativo (Pareles, Jon. "Grizzly Bear Takes a New Approach on its album, Shields". NYtimes.com, 18 de septiembre de 2012), un intento democrático por alejarse de la grandiosidad y las texturas intrincadas del Veckatimest, el álbum que los catapultó a la estratósfera comercial con cortes como “Foreground”, “Ready Able” o “Two Weeks”, utilizada el pasado Superbowl en un anuncio para la Volkswagen. También les dio la posibilidad de hacer la banda sonora de Blue Valentine, protagonizada por Michelle Williams y Ryan Gosling.
En Shields aún están presentes los pasajes virtuosos y los teclados procesados, acentuados por una rítmica primigenia, de percusiones robadas de un viejo salón de baile, que encuentra sus mejores momentos en “Speak In Rounds” y “Yet Again”, solo que en esta nueva producción, la banda alcanza un equilibrio zen entre la experimentación y los acotamientos que dicta el formato pop.
http://youtu.be/EEyakwESU4s
A través de cortes como “Sleeping Ute”, con sus metales en contrasentido a los acordes de la guitarra de Rosen y letras como: “So I walk out/these wandering dreams/of the north road/dressed gold and green”, se dibujan visiones en clave de poema haiku, como si nos asomáramos desde la ventanilla de un tren que atraviesa las grandes planicies norteamericanas y encontráramos que en diez episodios se suceden las temáticas ontológicas de la soledad, el vacío y la necesidad de compañía. El arte gráfico de Richard Diebenkorn, con su lacónica portada de un trébol de tonos apagados atrapado al interior de una espada, amplifica el deseo de Grizzly Bear de mostrar desde la ventanilla, una visión artística nítida y honesta, que no concede ni pretende demostrar nada.
En otros cortes como “Half Gate”, “A Simple Answer” o “Sun In Your Eyes”, con sus atmósferas acústicas en contraste con pasajes fastuosos, Grizzly Bear demuestra cómo ha sabido subyugar sus pulsiones folkloristas, limitar la electrónica o relegar los arreglos a cuatro voces en favor de un sonido directo, muy fluido. Más allá de las referencias evidentes hacia las fronteras de la persona y los escudos que se levantan desde la cotidianeidad, Shields nos propone una energía contenida, una ola que no se atreve a estallar y fugarse, en una angustia solitaria que se bosqueja desde la melancolía, llenando pequeños arroyos en la memoria con unas melodías que se resisten abandonarnos.
Es una paradoja que el nuevo álbum de Grizzly Bear los encuentre mostrando su trabajo más personal y a la vez subidos en esa cresta implacable de popularidad, ese zeitgeist mediático que hoy por hoy representan las bandas salidas de Brooklyn.