Por Francisco Hernández Ramos Terminemos pronto con el asunto de la Ciudad de México y hablemos de lo triste que es el estereotipo de un país que celebra a la muerte, por la muerte en sí, y no como una transición espiritual, como se supone nuestra cultura la celebra.
Más triste resulta que las bellas calles del Centro Histórico hayan llegado a una cinta de Bond –cual couchgag de Los Simpson-, como inserción pagada para promover la imagen y el turismo en la ciudad. Dieciséis minutos fueron suficientes para que Mr. Bond destruyera media manzana en la calle de Tacuba; salvara al Zócalo de un impacto de helicóptero; y dejara plantada a Stephanie Sigman en una habitación del Gran Hotel de México.
Si quitamos toda esa saturación mercadológica barata, y la náusea del payoleo turístico, encontraremos que la historia es fabulosa. Spectre cierra de manera brillante la trilogía bondiana de Sam Mendes. Eleva a Daniel Craig como uno de los mejores 007 que han existido en el cine – junto con Sean Connery y Roger Moore-. Encumbra la precuela de Bond, James Bond como una necesaria revisión para darle frescura a una historia que durante 50 años, convirtió al personaje del MI6 en una especie de “El Santo” inglés, al que sólo le faltó luchar contra las momias de Guanajuato o las mujeres vampiro.
Frescura y actualidad son las impresiones que deja la última cinta que Sam Mendes y Daniel Craig filmaron para el universo Bond. En esta ocasión el círculo que se abrió en Skyfall y Quantum queda cerrado. Los enemigos de siempre, resultaron ser los enemigos de hoy en día: una terrible organización que está infiltrada en todos los niveles de poder global, gobiernos, corporaciones, servicios de inteligencia. Su objetivo, la instauración de un Nuevo Orden Mundial.
Como en cada cinta encontramos bellísimos paisajes de ciudades clave para la estabilidad del mundo occidental –seguramente Tánger o Sudáfrica no pagaron un solo dólar para aparecer o ser mencionadas en el desarrollo de Spectre-; así también la desgracia, que como fiel compañera acompaña al 007 no pudo faltar. Aquí conocemos el porqué el Satánico Dr. No tiene sus rencores enfocados en el agente secreto. Asuntos familiares que le dan la vuelta a la ficción.
Los fanáticos de James Bond quedarán fascinados. Los que no son fans y quieren una tarde de cine de acción, saldrán entretenidos. Aquellos que sólo vayan para ver las calles de México y la Torre Latinoamericana, quedarán decepcionados en absoluto. Es una pena ver una película estigmatizada por el morbo de un grueso poblacional, que no se halla realmente convencido de la grandeza de su país. Es aún más deprimente, saber que una administración necesita payolear la belleza de una ciudad, vendiéndola como folletos del mexican courious –aquí, ni los productores, ni el director tienen la culpa: al cliente lo que pida-.
Ojalá existiera James. Ojalá sus vacaciones en nuestro país fueran de verdad. Así tal vez, pondría en su lugar algunos tornillos descalibrados en Mexico City.
https://www.youtube.com/watch?v=z4UDNzXD3qA