tPor Cheo Rodríguez (@srembajador)
Bio Ritmo es un laboratorio musical clandestino. Aunque su carrera abarca ya poco más de veinte años, esta banda de salsa originaria de la impensable ciudad estadunidense de Richmond (Virginia), ha operado en el anonimato. Pero esto se debe más a una cuestión de principios que a un problema de atributos artísticos.
Rei Alvarez (voz), Marlysse Rose Simmons (piano), Giustino Riccio (timbales), Hector ‘Coco’ Barez (congas, ex integrante de Calle 13), Edward Prendergast (bajo eléctrico), Tobias Whitaker (trombón), Bob Miller (trompeta), Mark Ingraham (corneta) y John Lilley (saxofon tenor), se han preocupado más por satisfacer sus necesidades estéticas que por lograr colocarse en el mercado.
Para nuestra fortuna, ese ímpetu creativo finalmente los acaba de arrojar a las playas de la aclamación popular.
El pasado 24 de julio estrenaron su séptimo álbum de estudio: La Puerta del Sur, un trabajo que ha acumulado elogios por la frescura con la que aborda el amplísimo repertorio rítmico de las Antillas.
A lo largo de las ocho canciones que integran el disco, Bio Ritmo ofrece una interpretación original del sonido que desde la década de 1970 se conoció como ‘salsa brava’, y que en los decenios posteriores ha sido confundida con una música romántica de paupérrima manufactura.
Esta agrupación prueba que, detrás de toda la caterva de adolescentes de ceja depilada y señores obesos sensibleros de nombres rimbombantes que han desprestigiado al género desde hace años, en la actualidad hay intérpretes serios que respetan la vasta tradición de la música afrocaribeña y la enriquecen con nuevas perspectivas.
El tema que inaugura el disco, “Se Les Olvidó”, sirve de premonitorio de lo que seguirá hasta el final: una fiesta de metales y percusiones que irá subiendo de intensidad -hasta convertirse en una celebración cósmica- conforme vayan alternándose los solos de sintetizadores y teclados viejos.
Después llega la canción “La Vía”, un guaguancó espacial que reflexiona sobre el destino y lo imprevisible de la vida.
http://youtu.be/nHl_VKJjdCc
Cuando el escucha todavía no acaba de reponerse del entumecimiento cerebral provocado por la pianista de origen chileno Marlysse Simmons, una “descarga” instrumental oportunamente titulada “Picaresca”, eleva el trance a ritmo de estrepitoso jazz latino.
Para salir del coma espiritual, un pedregoso danzón llamado “Perdido” —que transmuta velozmente en una cumbia— propina una cachetada en nombre de las desgracias del corazón.
En el mismo tono impetuoso y bailable aparece “Motocilengua”, una salsa enérgica y rica en texturas gracias a los múltiples solos de los ejecutantes, que progresa generosamente junto a un mensaje de advertencia sobre los riesgos de la maledicencia.
Volando, surge “Pío Pío”, un tema que rompe la racha tropical de la primera mitad del disco, con sonoridades más allegadas a las comparsas gitanas y de música norteña mexicana.
En la recta final, las dos canciones que cierran el disco concretan la transición de sabrosura a experimentación.
El bolero “Le Dicen Dolor” calma los bríos con el lamento desdichado del cantante Rei Álvarez, bajo el abrazo reconfortante de las percusiones y los metales.
Pero al llegar a “Codeína”, el corte final —y como si se tratara de algún tipo de anestesia—, la música nos transporta a un lugar entre El Cairo y Marrakech, a través de una danza árabe que se contonea en compañía de un órgano Farfisa, una sección de cuerdas y varios tambores beduinos.
En el recorrido de estas ocho extensas canciones, Bio Ritmo nos conmina a TODOS —principalmente a los detractores del sonido ‘tropical’— a permitir que nuestros gustos musicales crucen sus respectivas fronteras, girando el pomo de La Puerta del Sur.
https://play.spotify.com/album/5ZYxzcIYgvQwbqoDRK0Ixn