El camino al Festival de Cine de Berlín es largo y, a fuerza de tomar por lo menos dos vuelos para llegar, las horas de avión ayudan a recuperar un poco el tiempo y cumplir con algunos pendientes. Uno de ellos es precisamente este texto sobre uno de los documentales más interesantes de los últimos años y que se proyecta en México en el marco de Ambulante: El acto de matar.Concebido como una extraña puesta en escena y recreación de los crímenes de una serie de genocidas que hicieron de las suyas en Indonesia y por ello se convirtieron en héroes nacionales, el filme se convierte mientras avanza su metraje, en la más poderosa denuncia y confesión de las atrocidades más reprobables. El asunto es complejo y, los realizadores encabezados por Josua Openheimer, proponen a sus protagonistas interpretarse a sí mismos en la película y dar testimonio y enorgullecerse de sus métodos y sangre fría a cámara. Como resultado, y de manera por demás sorpresiva, la mecánica comienza a afectarlos y el cine parece hacer justicia y generar en alguno de ellos lo que no consiguió ninguna denuncia internacional u organización defensora de derechos humanos. Así, el cine una vez más demuestra que las buenas películas siempre son algo más que sólo imágenes en movimiento. Haciendo uso de recursos tan poco convencionales para la no ficción como el musical o la invitación a familiares de los verdugos a aparecer como víctimas en las recreaciones la cinta consigue momentos impactantes y surreales que la dotan de una profundidad sorprendente. Por si todo lo anterior no fuera suficiente, hay en este documental inclasificable un extrañísimo humor negro que hace que uno se sorprenda riéndose en momentos que retratan escenarios grotescos y patéticos. Nominado este año al Oscar, El acto de matar es algo verdaderamente único y especial y puede verse en México gracias a Ambulante. Más allá de si gana el prestigioso premio resulta indispensable verlo.
Desde Berlín les sigo platicando de más cine.
Un abrazo, El More @elmoremoreno