Por: Pedro Madrigal (@Madrigal_27)
Vivimos en tiempos en que ni siquiera la creación libre del espíritu humano puede sustraerse de un sistema que privilegia el valor de cambio. Aunque el fenómeno no es nuevo (desde el Renacimiento, si me apura), Gabriel Orozco y la Galería Kurimanzutto evidencian el estado del arte con descaro. El llamado “mercado del arte” apuntala el sistema de valores estéticos en cada época, el espectador-consumidor lo convalida.
La Semana del Arte Contemporáneo de la Ciudad de México comenzó con la inauguración del “OROXXO”. El artista contemporáneo Gabriel Orozco (Veracruz, 1962) puso a la venta su producción en una tienda de conveniencia. Con ironía, la galería Kurimanzutto transformó su espacio de exhibición en una sucursal de la cadena de tiendas de servicio express más popular del país.
La propuesta de Orozco consiste básicamente en la intervención del empaque o envoltura de 300 bienes de consumo. Con calcomanías de fragmentos de círculos en azul, rojo, dorado y blanco cambia el fin y el sentido de las cervezas, condones, cigarros, chicles, chocolates y otras mercancías que ofrece de manera regular el local.
Si busca los valores plásticos de esta propuesta (“artística”), no los encontrará. Como la mayor parte del arte conceptual, se sostiene discursivamente. En la presentación a prensa se abstuvo de explicar a detalle su proyecto. Se limitó a mencionar algunas coordenadas bajo las cuales sería plausible una interpretación, la mercantilización del artista fue la principal.
“Si me hubiera puesto a explicar La Caja de Zapatos Vacía (Bienal de Venecia, 1993) quizá se hubiera desvirtuado el sentido que generó en el público”. Efectivamente, Orozco está intentando provocar. Si revisa las opiniones en medios de comunicación y plataformas digitales, lo ha conseguido.
El gesto estuvo perfectamente planeado; la Galería Kurimanzutto se adelantó a la polémica que pretenden Zona Maco y Material Art Fair con sus propuestas, polémica que se traduce en el precio de la obra. De nuevo, el mercado del arte.
En su crítica a la cultura de masas, Theodor Adorno y Max Horkheimer coinciden en que el arte ha dejado de ser hecho por el mero ejercicio de libertad que supone realizarlo y, contemplarlo. La sociedad capitalista genera “pseudoarte” (obras no artísticas en el sentido tradicional) con el fin de convertirlas en mercancías, en objetos que pueden ser vendidos sin dificultad.
La marca Orozco cotiza alto en estos días dentro del medio. Si usted piensa que esto del arte contemporáneo es una tomadura de pelo, en términos generales, tiene razón. Sólo recuerde: es culpa del sistema, no del artista. El espectador y el coleccionista lo validan.