Por Ever OsorioDedicado a las víctimas del terrorismo, desde París hasta Siria.
La pregunta, los memes, la ira y la burla ya estallaron. ¿Por qué lloramos menos por Líbano y más por Francia? Ante los ataques terroristas en París, la ciudadanía global se ha mostrado solidaria y empática con el sufrimiento de los parisinos. Sin embargo, este duelo ha estado acompañado de fuertes críticas hacia los medios de comunicación, líderes nacionales e internacionales e internautas en general. El problema, por ponerlo de manera muy sencilla, no es que lloremos por Francia, sino que no lloramos por Líbano ni por Siria. Esto no quiere decir que una tragedia haga menos a la otra, o que por no haber llorado por Líbano se deje de llevar el duelo por Francia. Este texto reflexiona brevemente, bajo una perspectiva mediática y ética el por qué reaccionamos de manera diferente ante una tragedia, para así poder construir conscientemente un mundo sensible, más justo y más democrático.
Sería errado pensar que la aguda reacción de los ciudadanos/internautas en México hacia la tragedia en Francia y la ausencia de esta hacia Líbano sea independiente de estructuras de poder en los medios de comunicación y de sistemas simbólicos de representación. El caso es, una vez más, que algunos acontecimientos tienen mayor cobertura mediática tanto en número como en intensidad que otros, esto sin mencionar el como son presentados. En primer lugar, los ataques en París tuvieron/tienen una exposición impresionante, por dar dos ejemplos: el New York Times emitió varias alertas de noticia, y decenas de periódicos nacionales e internacionales dedicaron su portada a este hecho. Esto no ocurrió con los ataques terroristas en Beirut. Los medios de comunicación a los que estamos expuestos no son neutrales, toman decisiones sobre qué presentar y qué no. El problema radica en que históricamente hay una tradición que privilegia la cobertura de tragedias “extraordinarias” en países hegemónicos mientras que los países del sur global (África, Asia y América Latina – o los que estamos en perpetua vía de desarrollo) recibimos poca atención. París y Beirut atacados por ISIS son un caso ejemplar.
Tristemente, las plataformas en Internet (una de las fuentes de información primarias para la juventud), a pesar de ser horizontales y nodales, tampoco son neutrales. El caso al que me refiero en particular es al uso en Facebook de la bandera de Francia sobre la imagen de perfil como muestra en solidaridad con sus ciudadanos. El problema, insisto, no es que esto haya estado disponible, ni que los usuarios lo utilizaran, sino que, como ya sabemos, no se hiciera disponible a los internautas, en días anteriores, una bandera de Líbano que permitiera acceder a un duelo público a las víctimas morales de todo el mundo. En este sentido, la democratización de los medios se refiere a la posibilidad de una representación mediática imparcial. Este es un imperativo ético, pues dicha imparcialidad presupone que la vida de una persona en un país tenga, al menos en términos de representación, el mismo valor que otra vida en otro país. En este contexto, la crítica no sólo hacia la plataforma Facebook, sino hacia los demás medios de comunicación así como a figuras públicas que expresaron su preocupación con la población de un país y no con la de otro, es legítima.
Con esto no quiero reducir la infinidad de variables que contribuyen al duelo colectivo y virtual sino apuntar a un elemento estructural en México–dentro de muchos otros- que afecta su desarrollo. Quizá la inclusión de los no-representados en el discurso y plataformas públicas no solucione problemas de vida y muerte, pero sí contribuye a generar imaginarios, a construir diferentes visiones e ideas, a y percibir otros mundos con una distribución emocional distinta para poder descubrir realidades diferentes.