'Birth Wars': las parteras como pilares contra la violencia obstétrica
El parto como experiencia de mujeres está circunscrito a ciertas prácticas de la medicina, que no siempre van en sintonía con el cuidado emocional y respeto a la autonomía sobre sus cuerpos. Esto responde a las condiciones del sistema de salud de nuestro país, que es desigual y está saturado, donde la práctica de cesáreas se convierten en la solución fácil y pronta para los partos, pero en la que también están inmersas ciertas directrices de la práctica médica que han llevado a la mecanización de los procesos de parto.
De forma alternativa, las parteras buscan respetar el derecho de las mujeres sobre decidir cómo experimentar su parto y lo combinan con prácticas de cuidado emocional, espiritual e, incluso, en paralelo con tradiciones culturales. Existen dos tipos de parteras: las primeras son las parteras profesionales, quienes tienen una capacitación que combina los conocimientos médicos con lo tradicional y, por otro lado, están las parteras tradicionales, quienes son mujeres que aprendieron de forma autodidáctica observando a sus madres, abuelas o mujeres de su comunidad.
El documental Birth Wars (2019), que forma parte de la muestra fílmica del festival Ambulante, pretende mostrar las relaciones de poder, los conflictos y los puntos de encuentro entre la práctica de la partería con la práctica médica y que nos despliega un panorama complejo; desigualdad económica que se traduce en centros de salud saturados e insuficientes, sobre todo, para las zonas rurales del país. En medio de ese contexto, las parteras se convierten en pilares de apoyo para los partos de las mujeres, buscando defender la autonomía de sus cuerpos y tener experiencias de parto más gozosas para las mujeres.
Las principales personajes del documental son Rafaela, una joven partera profesional que lucha por seguir preparándose y contra las lógicas del sector salud de precarización del trabajo y menosprecio a la partería, y Guadalupe, una partera tradicional que utiliza los conocimientos de sus ancestras para traer al mundo a los bebés de su comunidad en Chiapas, donde las mujeres tienen miedo de acudir al hospital debido a la violencia obstétrica que es común en su región.
Lamentablemente, la violencia obstétrica acontece con frecuencia en nuestro país y se ahonda en zonas rurales y mujeres pobres. De acuerdo a GIRE, la violencia obstétrica es “una forma específica de violencia contra las mujeres que se genera en el ámbito de la atención del embarazo, parto y puerperio en los servicios de salud públicos y privados y es producto de un entramado multifactorial en donde confluyen la violencia institucional y la violencia de género”.
Bajo ese contexto, Rafaela, nos dice que el objetivo de su quehacer es “darles a las mujeres el valor que tienen, hacerles recordar que su cuerpo y su mente están preparadas para un parto. [...] Los derechos reproductivos de la mujer están relacionados con la partería. Lo que queremos decir con esta profesión es que estamos en apoyo al mundo de las mujeres y evitar muertes maternas, que es un problema de salud público. Queremos contribuir a que esto deje de suceder”.
Para Guadalupe, la partería es un don que confluye con sus tradiciones en la región indígena del municipio de Chilón, Chiapas, donde relata:
“Para mí la partería es un don que Dios me dio, yo no fui a la escuela, yo supe cómo traer a un niño al mundo viendo a mi mamá y abuela. Tuve un sueño, donde venía un doctor y me mostraba tres camillas con mujeres y me decía: ‘Tú vas a atender a estas mujeres’.
Una de esas mujeres tenía un parto complicado, el bracito del niño estaba por fuera, y yo le decía al doctor: ‘Yo no puedo con este parto’ y él me respondió: ‘Sí puedes, lo que no sepas yo te diré cómo hacerlo’, yo sabía que ese doctor, era una representación de Dios.
Por eso yo trabajo voluntariamente, no recibo ningún pago por atender a las mujeres ni tampoco discrimino a las mujeres que me necesitan. Me hace feliz este trabajo, porque es Dios quien me regaló este don. A veces, llegan mujeres a las que les dijeron que no habría otra opción que la cesárea, entonces, yo logró acomodar al bebé y tienen un parto natural. Ellas se sienten felices, y yo también”.
El documental, dirigido por Janet Jarman, posee una fotografía extraordinaria que cuida la imagen para respetar la dignidad de todos los involucrados, a la vez que nos presenta la diversidad de directrices de la problemática. La directora, desde el fotoperiodismo, ha estado por años documentando las experiencias de la maternidad, en especial al sur, en Guatemala y Chiapas. Los encuadres de la directora poseen una inteligencia que captura los ambientes en medio de experiencias tan poderosas como lo es el parto, en múltiples ambientes como el hogar y los hospitales públicos.
Definitivamente, el equipo de trabajo y la directora, se adentraron a los distintos contextos que retrataron. Observamos un documental como resultado de un trabajo de largo aliento, de sensibilidad por lo presentado y, sobre todo, de cariño hacia quienes negocian con la pobreza, contextos violentos y la resistencia del personal médico, para poder traer a la vida a bebés a través del cuidado de su madre.
Rafaela relata:
“Hay médicos que están aceptando la partería, pero, aún nos falta mucho por recorrer, por trabajar y convencer. Médicos que no logran entender este trabajo; es necesario hacer un equipo para evitar las complicaciones en el parto y las muertes maternas. [...] Influye mucho la convivencia, a veces, se vuelve muy fría y no nos dejan trabajar. Y otras veces, desde la empatía logramos hacer equipo para brindarles atención a las mujeres. Sin embargo, yo creo que es mejor trabajar de forma autónoma y sólo en complicaciones, llevar a la mujer al hospital.
La formación de partería es muy diferente, pues no sólo se centra en el área científica sino también a los conocimientos ancestrales. Esto difícilmente convence a un médico, pues no creen en lo natural, lo cultural y las tradiciones. Pero a nosotras las parteras nos ayudan para el empoderamiento de las mujeres. Espero que, poco a poco, los médicos nos permitan crear redes de equipo; no queremos una competitividad sino ayuda mutua”.
El comienzo de la maternidad está en el parto, pensar en nuestros cuerpos como los espacios de decisión y forma de posicionarnos en el mundo; enfatiza la urgencia de que el parto tiene que ser un momento de autonomía, respeto y cuidado de la madre. El acompañamiento y las redes entre mujeres que, desde la empatía y los vínculos afectivos procuren el bienestar de la madre y su hijo, pueden ser espacios de disfrute para las mujeres.
Rafaela insiste: “A nosotras nos forman sabiendo que, para poder acompañar a otra mujer debes de conocerte a ti. Ser mujeres apoyando a otras mujeres siempre será muy poderoso, porque empatizas, entiendes. Yo creo que lo más importante que tenemos es el saber que nuestro cuerpo está completamente diseñado para un embarazo y un parto; el cuerpo es sabio y te va dirigiendo a lo que necesita. No hay que precipitarlo, para que llegue a un final feliz y sin complicaciones. [...] Lo emocional es muy importante, esto es algo que falla en lo médico pues, dejan de lado lo emocional. Si una mujer está bloqueada emocionalmente, no va avanzar en su dilatación. Cuando hay fuerza emocional, es muy probable que su parto sea exitoso; hay mujeres que logran trabajar con la emoción e, incluso, logran tener parto sin dolor y lo disfrutan”.
Las luchas de poder, también tienen lugar sobre los cuerpos. La maternidad como experiencia debe estar apegada a la autonomía de las mujeres, pensar que el parto puede ser un momento gozoso y no mecanizado. Además, la partería se convierte en un aliado fundamental en contextos de inaccesibilidad a servicios de salud, devenido de la desigual cobertura médica en nuestro país.
No se trata de hacer enemigo al conocimiento médico sino, como enuncia Rafaela, construir redes de apoyo, compartir estrategias y conocimientos para que ninguna mujer tenga que morir al parir. Es un asunto de justicia social y para las mujeres.
Ahora, en los tiempos del COVID-19, las parteras se han organizado y pronunciado a favor del ejercicio de su vocación como forma de proteger a las mujeres de posibles violencias obstétricas e incluso de contagios por forzarlas a acudir a hospitales.
Birth Wars es una propuesta audiovisual que nos enfrenta al nacimiento como espacio político, espiritual, cultural y que, nos enseña redes de mujeres que desde el cuidado a las otras, permiten la vida. Pensar en nuestras madres, no sólo desde la imagen idealizada de santas o cuidadoras eternas, sino como mujeres que, desde su cuerpo, espíritu e intelecto poseen sus propios deseos y merecen espacios de autonomía.