Onda Vaga: Música amiguera, como un buen mate dominguero

por Claudia Jiménez y Uriel Waizel

Debió haber sido en una fogata junto al mar, en en la playa de Cabo Polonio, Uruguay, donde este grupo de amigos argentinos se reunió a tocar y a improvisar canciones simples y festivas. Cuando la mayoría se dedicaría a tocar garage, cumbia o nü-disco, los Onda Vaga redescubrieron la magia en la bohemia, el ska suavecito de Manu Chao, una rumbita que recuerda a “Sin documentos” de Los Rodríguez y una esencia de la canción latinoamericana que estaba fuera de moda: como quien se hace su look a partir de los trapos encontrados en un mercado de pulgas, los “vagos” se han hecho de un género poco explotado por sus pares.

Onda Vaga es como una versión sudamericana de Mumford & Sons, pero dominguero, con chanclas, calcetines y barbas desaliñadas, y una instrumentación económica y de fácil adquisición: un trombón, un cajón flamenco, un cuatro venezolano, una guitarra criolla y cantos al unísono, como quien pone a cantar a toda la banda en una lunada.

Apadrinados por Manu Chao y Adrián Dárgelos de los Babasónicos, la carrera de Onda Vaga está como un mate bien cebado, listo para compartirse con los demás: a seis años de existir, ya cuentan con tres álbumes –Fuerte y Caliente (2008), Espíritu Salvaje (2010) y Magma Elemental (2013)–, ya se dieron una vuelta por el festival Fuji Rock en Japón y están a punto de hacer un Lunapark en su natal Buenos Aires (equivalente a hacer un Auditorio o Metropólitan en el DF). Lo interesante de esto, es que no importa qué tan grandes los foros y la fama, al parecer estos cinco lo siguen haciendo por la camaradería y la diversión.

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