Por: Mau Alva (@MauAlvaS) Dentro de unos días se realizará la Copa Mundial y la fiesta que promete realizar Brasil, ha tenido mayor impacto a comparación de mundiales pasados, debido a la estrecha relación que tiene el futbol con su población.

Sin embargo, las miradas en los últimos meses no sólo se han centrado en la “fiesta más grande del balompié” ya que se ha visto afectada por los diversos movimientos sociales que han ocurrido en esta nación sudamericana.

El detonante de las protestas.

En 2013 la presidenta Dilma Rousseff anunció la implementación de políticas hacendarias respecto al manejo del gasto público, con el fin de poder costear la Copa del Mundo y los futuros juegos que albergará Brasil en 2016.

Una de las medidas que causó mayor furor entre los brasileños fue el aumento del 9% en el pasaje del transporte público, pasando de 1.15 dólares a 1.25 por viaje.

A causa de dicho aumento, han surgido diversas protestas en ciudades como Brasilia, Rio de Janeiro, Fortaleza y Natal. Al paso de los días, el aumento de la violencia y, con ella, una sensación de inestabilidad social y económica, que pone en entredicho lo que se pensó en algún momento sobre el “milagro brasileño” que consiguió Lula Da Silva —por medio de sus políticas como El Plan de Hambre Cero, (que tenia como objetivo primordial la erradicación del hambre y la lucha contra la pobreza) o el Programa de Gobierno (planteaba la necesidad de lograr un crecimiento más acelerado de la economía que posibilite una mayor distribución de la cantidad de dinero de un bien, sin dejar de lado la estabilidad de los precios) logrando mayor estabilidad socioeconómica para los brasileños más pobres creando la nueva clase media.

El gobierno brasileño ha utilizado —de su presupuesto federal— alrededor de 14 mil millones de dólares invertidos principalmente en infraestructura de los estadios. A diferencia de aquéllos construidos por Sudáfrica y Alemania, que fueron costeados en parte por la Federación Internacional de Futbol y Asociación (FIFA). Bajo este parámetro presupuestal, los estadios mundialistas brasileños son considerados hasta ahora como los más caros de la historia.

[Foto: AP]

Coste Político

A causa de estas movilizaciones, la popularidad de la presidenta Rousseff ha disminuido 18 puntos porcentuales, hasta llegar a un 37% de aprobación.

A consecuencia de la baja popularidad de la presidenta, los manifestantes le envían un mensaje al Partido de los Trabajadores (PT), facción que se encuentra actualmente en el gobierno y cuenta con 5 gubernaturas de 27 provincias y 96 legisladores en el congreso brasileño (88 diputados y 8 senadores), lo que constituye un 16.16% en ambas cámaras. Esto se debe tener en cuenta, pues el próximo 5 de octubre se han de celebrar elecciones generales, donde se renovará la presidencia y, al parecer, Dilma buscará la reelección.

[Foto: AFP]

Repercusión en los brasileños

Los grupos que se vieron beneficiados con la pasada administración, son los que en su mayoría saldrán a las manifestaciones para exigir un cese a este tipo de políticas, puesto que se está condenando a los futuros brasileños a regresar a la pobreza antes padecido.

Como ya hemos visto en otros países —como lo es España— lo dañino que resulta el aumento desmedido del gasto público, el gobierno tendrá que implementar políticas de austeridad la cual se caracteriza por un recorte de gastos, y una elevación de la tasa básica de interés, siendo la sociedad la más perjudicada.

El claro ejemplo de este efecto es Grecia, ya que al realizar los pasados Juegos Olímpicos de Atenas 2004, invirtió alrededor de 13 000 millones de euros, destinados para la construcción de las sedes deportivas que albergaron las competencias. Nunca se volvieron a utilizar. Además de ganar instalaciones inútiles, Grecia contrajo una deuda superior a los 350 000 millones de euros.

Es así que Brasil va cayendo en la misma condena económica de los países que se han encargado de realizar una justa deportiva. (Mundial o Juegos Olímpicos).

Opiniones diversas

A pesar de tener una amplia simpatía entre los brasileños y a nivel mundial, hay personas que no son afines a dichas demandas. Un ejemplo son las declaraciones realizadas por el “Rey” Pelé al minimizar lo que está ocurriendo y priorizar los retrasos en las construcciones :

"Es inaceptable que algunos estadios no estén terminados. Tuvimos muchos años, un tiempo más que suficiente. Es una vergüenza"

O la más reciente la realizada por el legendario Ronaldo que comentó:

“Creo que la Federación Internacional del Futbol Asociación (FIFA) no va a querer hacer otro Mundial aquí. Va a quedar traumatizada”

Estas declaraciones alimentan las preguntan que rondan en la cabeza a más de una aficionada ¿Será posible que este conflicto llegue a un acuerdo o el mundial se habrá de realizar entre un conflictos que parecen incesantes?