No es lo mismo Los tres mosqueteros que Veinte años después… O en el caso de los Yeah Yeah Yeahs, más bien 10 años después. En 2003, estos engendros del indie/post-punk lanzaron Fever to Tell, un debut violento y poderoso en el que una Karen O de 24 años no paraba de gritar, gemir y hacer ruidos extraños y sexuales con la garganta. Una década, un soundtrack de Karen O para Where The Wild Things Are y dos álbumes después, el trío neoyorkino ha lanzado Mosquito y con él, parece estar perfectamente consciente de que para no quedarse atascado en el tiempo, la experimentación, el cambio y el movimiento no son una opción, sino una necesidad.
Sin un nuevo álbum de estudio desde It’s Blitz! (2009), la costumbre que tiene el grupo de lanzar discos cada tres años puede ser un arma de doble filo. Si el material es bueno, seguramente será recibido con alfombra roja, pero si es malo, en cuestión de segundos sus creadores podrían convertirse en fantasmas del segundo plano –que por lo general es lo que sucede– a los que ya nadie voltearía a ver. Yeah Yeah Yeahs es una de las excepciones para las que aplica la opción uno: ovaciones y gloria con cada lanzamiento.
El secreto detrás de ese éxito parece radicar en que musicalmente, el sonido de cada material que sacan se adapta al presente sin tratar de repetir el pasado, adivinar el futuro, o copiarle a alguien más. Si el abrillantado It’s Blitz! (2009) nació de una época en la que reinaban los sintetizadores y las bandas como MGMT o The Killers, Mosquito debería ser una especie de regreso a las guitarras que se fusionan con soniditos de estilo análogo.
Yeah Yeah Yeahs es la perfecta representación de un Nueva York artsy y experimental que está oxidado por un rudo post-punk. Ya desde los primeros EP’s, tanto el artwork como los atuendos de Karen O en el escenario eran claves para la estética del grupo y de cada disco. Mosquito sigue esa fórmula: un título con nombre de bicho, una temática de lo más psicótica, sagrada y fúnebre, y un artwork como virulento y electrocutado de venenos en llamas.
El coverart –que por cierto ha sido muy criticado– en realidad sirve para envolver el concepto tóxico de Mosquito. Arriba del nombre “YEAH YEAH YEAHS” escrito en mayúsculas y con una sustancia verde radioactivo que escurre de cada letra, un bebé chilla mientras un mosquito neón gigante lo amenaza y lo agarra del tobillo. Sí, la imagen à la Goosebumps es desagradable y perturbadora, pero no deja de darle forma al diseño y tono medio siniestro del álbum.
En esta nueva producción hay una especie de dualidad entre lo bíblico y funesto versus lo histérico y angustioso. El primer sencillo “Sacrilege” es un medicamento religioso con coros gospel; como la misa que abre una serie de celebraciones eclesiásticas y tétricas. “Under The Earth” y “Buried Alive [Ft. Dr. Octagon]” son como funerales; uno de un señor solemne de los años veinte y el otro de un Sheriff interestelar que viaja en un caballo mutante. Dentro de ese ambiente somnífero de trenes galácticos está también “Subway”, en donde el sonido de un vagón del metro es el latido que estalla en “Slave” con la dureza de la guitarra de Zinner y frases como “It eats your soul, like tears you fall, my slave/ Se come tu alma, como lágrimas caes, mi esclavo”.
El nuevo sonido que ha creado Yeah Yeah Yeahs es un cóctel de estilos que podría ser un hijo híbrido de The Knife con The Dead Weather o de Crystal Castles con The Kills. Mosquito es como una prescripción médica que incluye algún tipo de jarabe rojo para la tos, alguna variedad costosa de un sedante adictivo y pastillitas para el dolor que parecen más bien tachas. En resumen, el paquete completo que parece más un kit de distintas drogas de diseñador que la receta de un doctor.
http://youtu.be/jpGtkz-449U
De Fever to Tell a este último material, hay una considerable inclinación hacia la calma en el sentido de que los integrantes de Yeah Yeah Yeahs ya no son los niños indóciles que eran hace una década. Aún así, la esencia de adaptabilidad que caracteriza a la banda se mantiene, y con el tono convulsivo y seductor del álbum, la furia y sexualidad de Karen O siguen presentes, aunque en una forma distinta. Ahora habitantes más mansos –aunque todavía trastornados– de un manicomio infestado de insectos y disfrazado de catedral, Karen O es Sumo Pontífice, Nick Zinner es cardenal, y Brian Chase es jefe de la Guardia Suiza de Mosquito.