Durante las últimas semanas la violencia en algunas partes de Michoacán se ha intensificado, sobre todo en la zona de Tierra Caliente. Hemos visto bloqueos de las carreteras, incendios a establecimientos, asesinatos y enfrentamientos con las autoridades; todo lo anterior ya sucedía desde hace más de diez años. La cuestión en Michoacán no es nueva y más bien es resultado de un abandono total por parte de las autoridades. La situación es compleja por la cantidad de actores involucrados: el gobierno, los grupos del crimen organizado (Los Caballeros Templarios, los Zetas y el cartel de Jalisco Nueva Generación), los grupos de autodefensa y los ciudadanos. La complejidad deriva del entramado que han construido las relaciones entre estos actores: resulta complicado separar a ciertos niveles de gobierno con algún grupo del crimen organizado, de igual forma resulta poco creíble que los grupos de autodefensa tengan armas de alto calibre simplemente como resultado del botín de guerra de enfrentamientos con criminales.
El pasado lunes se firmó un acuerdo entre los gobiernos federal y estatal para que el primero se encargue de la seguridad de Michoacán. Éste se ha anunciado con bombo y platillo, se ha repetido en los medios nacionales el inicio del operativo para controlar los poblados donde antes las autoridades no podían entrar y se ha comenzado a desarmar a los grupos de autodefensa, incluso desafortunadamente resultando dos civiles muertos por parte del ejército mexicano. Sería recomendable poner en perspectiva este anuncio y la estrategia utilizada pues se han hecho anuncios similares unas tres veces durante el año pasado y resulta evidente que no ha habido resultados.
Lo más importante es exigir resultados y recibir de forma crítica la información que nos plantean todos los actores involucrados; que no sea simplemente un anuncio espectacular para tener uno similar tres meses después.
Texto originalmente escrito para Publimetro del viernes 17 de enero del 2014.