Michel Foucault: "Don Quijote es la primera de las obras modernas"

La pluma es lengua del alma; cuales fueren los conceptos que en ella se engendraron, tales serán sus escritos.

DON QUIJOTE DE LA MANCHA

En el marco del día internacional del libro (23 de abril) que este año conmemora el 400 aniversario luctuoso de William Shakespeare y Miguel de Cervantes es que revistamos la obra cumbre de éste último.

El filósofo francés Michel Foucault en Las palabras y las cosas -un texto en el que hace labor de arqueología- se pone a la búsqueda del saber prístino de las Ciencias Humanas. En él demuestra de que manera la sociedad occidental a partir del siglo XVI concreta un orden conceptual a partir del lenguaje. Su estudio es, también, un esfuerzo por reencontrar aquello a partir de lo cual han sido posibles los conocimientos y las teorías: la episteme.

En ese viaje por los anales de la Historia se detiene para hablar de Alonso Quijano, protagonista de El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, novela cuya primera parte fue publicada en 1605 y su continuación diez años después. Foucault metaforiza la apariencia física del por otro nombre conocido como el Caballero de la Triste Figura. Piensa que parece un largo grafismo, flaco como una letra del abecedario. Este hidalgo busca emular las grandes hazañas que ha leído en las viejas novelas de caballería. Es un personaje que se escapa del texto, que brinca a caballo de entre las hojas impresas para configurarse como una realidad lingüística: un signo que toma fuerza a través de otros signos.

“Tiene que rehacer la epopeya, pero en sentido inverso: ésta relataba (pretendía relatar) hazañas reales, prometidas a la memoria; Don Quijote, en cambio, debe colmar de realidad los signos sin contenido del relato. Su aventura será un desciframiento del mundo: un recorrido minucioso para destacar, sobre toda la superficie de la tierra, las figuras que demuestran que los libros dicen la verdad”.

DONQUIgustavdore

La gran hazaña del valiente caballero será la de confirmar la tesis de que los signos construyen la realidad. Bajo ese presupuesto, las cosas, en su existencia significativa, son posibles mediante las palabras. De ser así, ¿Qué conocimiento científico puede demostrar que no hay malintencionados hechiceros que transfiguran las cosas unas por otras? ¿Quién puede afirmar que los molinos no son, en realidad, tremendos gigantes? ¿Qué distingue a las posadas de los castillos? ¿Quién pude negar que las aldeanas no son bellas princesas..?

"En la segunda parte de la novela, Don Quijote encuentra personajes que han leído la primera parte del texto y que reconocen, a él, el hombre real, como el héroe del libro. El texto de Cervantes se repliega sobre sí mismo, se hunde en su propio espesor y se convierte en objeto de su propio relato para sí mismo. La primera parte de las aventuras desempeña en la segunda el papel que asumieron al principio las novelas de caballerías. Don Quijote debe ser fiel a este libro en el que, de hecho se ha convertido; debe protegerlo contra los errores, las falsificaciones, las comunicaciones apócrifas; debe añadir los detalles omitidos, debe mantener su verdad. Pero el propio Don Quijote no ha leído este libro y no podrá hacerlo, puesto que es él en carne y hueso”.

El ser que a fuerza de leer libros se ha vuelto un personaje de los mismos, es ahora un signo completo. Para la segunda parte de esta historia se ha cambiado el mote por el de “Caballero de los Leones”, como era usanza de los antiguos caballeros tomar el sobrenombre de las aventuras que victoriaban. De ahí en más deberá recorrer el reino de la lengua española defendiendo su realidad como signo.

“La verdad de Don Quijote no está en la relación de las palabras con el mundo, sino en esta tenue y constante relación que las marcas verbales tejen entre ellas mismas. La ficción frustrada de las epopeyas se ha convertido en el poder representativo del lenguaje. Las palabras se han encerrado de nuevo en su naturaleza de signos".

Don Quijote de la Mancha es "la primera de las obras modernas porque en ella el lenguaje rompe su viejo parentesco con las cosas para penetrar en esta soberanía solitaria de la que ya no saldrá, en su ser abrupto, sino convertido en literatura". La novela desenmascara la compleja relación que hay entre las palabras y las cosas. Los signos volcados sobre los propios signos evidencian que el vínculo que existe entre los objetos y los fonemas es tan disparatado como el juicio de Alonso Quijano.

[*El presente texto deriva de una interpretación libre del apartado 1 del capítulo III del libro Las palabras y las cosas*]

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