I Can Chase Dragons y Soledad
En el lúgubre recinto en la colonia Roma conocido como “el Piraña” recuerdo haber visto a decenas de bandas en vivo. En ese entonces, el lugar no ganaba mejor calificativo que el de “hoyo en la pared”. Sin embargo, de unos años para acá, aquel cuchitril escondido, hoy es conocido como El Imperial Club, que como su nombre lo dice, cuenta con una decoración que trae a la mente imágenes de aquella ostentación de los grandes monarcas europeos y que hacía olvidar el jolgorio punk que alguna vez albergó el mismo local.
A pesar de haber acudido innumerables ocasiones, en esta visita no dejaba de pensar en todas las bandas que había visto ahí como si se tratara de dos coordenadas completamente distintas. Fue en medio de mi profundo letargo que comenzó a tocar I Can Chase Dragons! Para aquellos que estén leyendo esta reseña sin la mínima idea de quiénes son, yo lo resumiría en términos muy generales como: El proyecto solista de Julio Gudiño, quién también es vocalista de otra banda llamada The Plastics Revolution. Su sonido podría definirse como dream pop, shoegaze o psicodélico. Está compuesto por varios sampleos que van desde sinfonías del Ballet Folklórico Mexicano hasta sonidos de la vida diaria que Julio se esmera por buscar y capturar. En vivo, “Ay can Cheis” interpreta acompañado de su voz, un Kaos Pad, un sampler y “Matías Elba Taco” (Héctor Escajadillo) en la batería. Comenzó con “Escoge tu animal”. Julio definió de qué mood se pintaría la noche con canciones de su primer disco Expansión (Dos pelícanos, 2012) como “Cuántas Caras”, “Republique” y “Diving for Sunken Treasures”. Julio mostró a ICCD como una banda que sabe cómo poner a bailar al público y, sobre todo, sorprenderlo. Con “Steal My Sunshine”, un cover excelentemente ejecutado de la onehitwondera banda Lem, prendió a los asistentes de manera exorbitante al punto en que el público comenzó a contestarle con el coro. Para finalizar su presentación, Julio disparó las secuencias de trompetas con la cuales inicía “O'Donoju”, misma que puso a varios de los asistentes a moverse como gaviotas que se mojaban al ritmo de sintetizadores futuristas. Posteriormente, pasadas las 12 de la noche se abrieron las cortinas para recibir a Soledad: compuesto por Esteban Aldrete y Brett Schultz, su sonido es una base de percusiones casi-tribales, mezclada con guitarras intensamente distorsionadas que deleitaron al público que permanecía en el Imperial.
Contando también con un disco, Soledad sorprendió a varias personas con sus composiciones, que son descritas por ellos mismos como “Un collage de emoción”. Estos collages provocaron un cambio en el público, que dejó el bailongo y su actitud fiestera, para cambiar a una actitud más contemplativa. La banda emanaba energía desde el escenario; sin embargo, el público que no conocía a profundidad su propuesta no fue tan receptivo como con la primera banda. Sin embargo, dejaron un buen sabor de boca a los asistentes quienes incluso les pidieron tocaran otra canción.
Terminado esto, nuestro colaborador, Rodrigo Casarín, le sacó brillo a la pista como si se tratase de un bolero afuera de la BMV a Gogo y con su impresionante combinación de canciones en su mayoría en español. Pusó a bailar a los pocos asistentes que aún quedaban con hambre de pachanga de media semana. Fue así que mientras se cerraba la cortina con la última canción de este DJ, una vez más profundicé sobre el 'Piraña', aquel lugar todavía parecía algo de otro tiempo y de otra dimensión.