Por Minerva Ibarra y Raúl Hernández

Han pasado unas cuantas semanas desde que el nuevo reality show mexicano, Made In Mexico, se estrenó en la plataforma mundialmente conocida, Netflix. Se trata de un proyecto que sigue la lujosa vida de 9 personas de la alta sociedad mexicana, que a simple vista aparentan ser perfectas, pero que poco a poco revelan sus problemáticas, como el distanciamiento con un hijo, la insatisfacción laboral y el secuestro.

Las opiniones han estado divididas: por un lado, hay gente que se considera fan de la serie y se identifica con los personajes. Por el otro, la crítica ha destrozado el programa en redes sociales, categorizando al show como otra de las tantas proyecciones que hablan sobre la vida de “niños ricos, blancos y privilegiados”.

¿Cuáles habrán sido las motivaciones y expectativas detrás del lanzamiento de Made In Mexico? Este proyecto nos recuerda a programas similares que en su momento generaron controversia y puntos de vista opuestos, como toda la serie de Acapulco Shore.

A simple vista, Made In Mexico puede presentarse como "superficial” e incapaz de mostrar todos los estratos socioeconómicos de la realidad mexicana. Sin embargo, existen varios sobre los que se puede reflexionar. El primero es que abre la posibilidad de analizar una serie “hecha en México”, pero que tiene claros tintes comerciales muy americanizados, ya que la mayoría del tiempo, los protagonistas se comunican en inglés. Si lo que se intentaba con este proyecto era lanzar una serie que reflejara una imagen cosmopolita de la sociedad mexicana, ¿por enfatizar el uso de una lengua que no representa a la mayoría de la población del país?

Otra cuestión a considerar es que este reality representa solamente un pequeñísimo porcentaje de las personas que habitan en México. Pareciera tratarse de un programa caracterizado por ser más aspiracional que una proyección fiel de la realidad de su país. Una vida llena de lujos, oportunidades y bienes a los que no todos tienen acceso.

A pesar de ello, es rescatable que durante el desarrollo del programa, se enfatizan valores de solidaridad y empatía con quienes más lo necesitan. Por ejemplo, en varias ocasiones, se ve a los participantes comprometidos por contribuir y utilizar sus privilegios para causas positivas, como lo hicieron durante el Sismo del 19 de septiembre del año pasado, así como fundaciones o proyectos que abordan temas de refugiados, migrantes y diversidad sexual.

Si lo que se intentaba con este proyecto era lanzar una serie que reflejara una imagen cosmopolita de la sociedad mexicana, ¿por enfatizar el uso de una lengua que no representa a la mayoría de la población del país?

Otro punto positivo del show se relaciona con la promoción turística y la imagen que se proyecta de México, mostrando distintos lugares representativos de la cultura de nuestro país que son imperdibles al viajar a la capital, así como la muestra de costumbres y tradiciones típicas como el festejo del “Día de los Muertos”, temas religiosos, entre otros. Esto representa, ante el posicionamiento internacional de Netflix, la posibilidad de crear un boom turístico y de atracción económica para nuestro México, ya que se intenta plasmar a la Ciudad de México como una urbe moderna, vanguardista y desarrollada.

A pesar de ser un proyecto que a simple vista superfluo y meramente comercial, toca temas trascendentes de todo ser humano, con una pizca de drama novelesco para atraer a una audiencia específica.

La pregunta queda abierta: ¿Qué tanto representa la vida de estas personas la realidad México? ¿Será este otro de los tantos programas que no sirven más que para reforzar estereotipos, generalizar en el imaginario de las personas una imagen de falsa “perfección” y establecer aspiraciones basadas en cosas materiales?