Viernes en la Ciudad de México puede significar demasiadas cosas: caos vial, continuación de la enfiestada del jueves, excesiva celebración nocturna y baile sudoroso. Para los que transitaban Paseo de la Reforma quizá todo esto les parecía aun un poco lejano (excepto el caos vial, por supuesto), sin saber que frente a sus narices la gozadera estaba en su apogeo. Todo comenzó en el momento en que las luces de Auditorio Nacional se apagaron, las 10 mil personas que llenaban el lugar se preparaban inconscientemente para una transformación de los sentidos gracias a la variedad de sonidos que traería la noche.
Bostich y Fussible comenzaron con poca luz, mezclando con el TENORI-ON, siendo los leds lo único que los alumbraba. Después de unos minutos de teaser el resto de la banda salió al escenario, con una trompeta y un acordeón que se llevaron el aplauso inmediato. Con los primeros segundos de “The Clap” todos se levantaron de su asiento, al cual nunca regresaron durante las 3 horas del evento.
El amor por Tijuana iba creciendo poco a poco en el público gracias a temas como “Tijuana Makes Me Happy”, “Tijuana Bass” y, por supuesto, “Tijuana Sound Machine”. La pasión por los clásicos sonidos norteños y la necesidad mexicana y bailar a cual ritmo se le ponga en frente inundó el foro, la marca indeleble de que Nortec Collective pasó por el foro. Llegaron los momentos necesarios, como los gritos coreando “I Count The Ways” y aplausos al ritmo de “Mama Loves Nortec”. El set de una hora fue apenas suficiente y los gritos hicieron a la banda regresar para un encore de apenas 30 segundos.
El escenario fue transformado y Los Amigos Invisibles se convirtieron en los nuevos dueños del lugar. No había tiempo que perder mientras que el frío de una noche lluviosa era completamente imperceptible para los cuerpos en movimiento de la audiencia. Los venezolanos salieron enmarcados en luz azul con una sonrisa inigualable a un Auditorio lleno que no se dice en vano.
Los covers pasaron desde Magneto, Luis Miguel y Rigo Tovar hasta la clásica de “Los Luchadores” y “La Negra Tomasa”; sin embargo, no fue esto lo que hizo enloquecer a su público, sino los éxitos con los que han enamorado a los mexicanos durante su trayectoria de más de veinte años.
Una conexión inexplicable se hizo presente entre la sudada playera de Julio Briceño y los suspiros de las fanáticas de las primeras filas, en especial en temas guapachosos como “Cuchi Cuchi” y “Mami te Extraño”. La banda incluso pidió que se apagaran las luces para dar privacidad al público y al ser encendida de nuevo los movimientos de salsa inundaban los pasillos, no había nadie quieto. Después de tocas las clásicas como “Caliente”, “Dulce” y “Plastic Woman” se les exigió un doble encore completando las dos horas sin descanso de entrega venezolana. “El Baile del Sobón” fue la encargada de cerrar la compilación exótica de sonidos, haciendo de la noche algo probablemente irrepetible.