La seducción no binaria de Björk y Arca
Durante su visita a México, en marzo del 2017, Björk anunció que estaba grabando nueva música mientras promocionaba su álbum Vulnicura (One Little Indian, 2015); entonces hubo mucha expectativa porque pasó de esa, su tragedia griega de amor, a su Utopia (One Little Indian, 2017) y dio un paso relativamente corto en compañía de su amigo, el productor venezolano Arca.
Dicha relación claramente le cayó bien para superar el rompimiento con su ex-pareja Matthew Barney. No pasó mucho tiempo para que en septiembre del mismo año anunciara “The Gate”, primer sencillo del mentado álbum. Pero fue hasta que develó el arte, el concepto y su maquillaje –creado por @isshehungry, artista drag–, que se hizo visible “algo” que la cantaautora, arreglista y actriz podría estar experimentando en su última producción.
Evidentemente Björk tenía algo diferente en mente –o entre piernas–. El strap on con el que sale retratada por Santiago Felipe y su fascinación por la cultura drag la colocan en el espectro cuir. Sólo hace falta tomarse un momento para ver a su grupo actual: Jesse Kanda, Santiago Felipe, James Terry y, por supuesto, Arca ,su último productor inseparable. Por su parte, este productor poco convencional se ha distinguido por su postura de género, llevándolo más allá de las convenciones sociales hegemónicas.
Los elementos antes expuestos pueden resultar señales de que algo está sucediendo, algo que está más allá de una relación profesional. ¿Qué pasaría si estas dos mentes complejas decidieran ir más allá de lo esperable y entablar una relación sexoafectiva?
La posibilidad de que dos personalidades, como Björk y Arca, con visiones tan políticamente desafiantes coincidan, podría considerarse destino, una condición tan inevitable como la gravedad o la atracción planetaria que mantiene unido al sistema solar. La idea de que estas mentes decidan llevar una relación sexoafectiva más allá de las convenciones se vuelve un desafío –además de placentero y reconfortante– sumamente político, pues lo que podría considerarse, en un primer momento, una relación heterosexual se traslaparía una relación cuir, en dónde los roles de género se desdibujan por completo para dar cabida a los placeres que satisfacen el cuerpo y la mente. Las convenciones heterosexuales desaparecen y la necesidad de definir los roles –como se hace con las parejas homosexuales al preguntarles “quién es el hombre y quienes la mujer”– también, dando lugar a nuevas maneras de relacionarse.
En diversas ocasiones, Björk ha demostrado su interés por la bestialidad y la naturaleza como ejes principales de sus historias pasionales audiovisuales, e incluso en el Biophilia (One Little Indian, 2011) que es toda una oda al universo –desde lo micro hasta lo macro. Se ha tenido como pareja a sí misma (en “Isobel”, 1995) y en “All is Full Of Love” (1999) –ahora como robot–; ha tenido una orgía con animales salvajes en medio de la selva (“Alarm Call”, 1998), e incluso ha sugerido una relación con un gato (“Triumph of a Heart”, 2005).
Ahora, “Arisen My Senses” nos muestra una conexión visceral con este productor. Dentro de una estructura biológica, Björk está conectada por medio de un cordón a un Arca muy sensual, con maquillaje ligero, que se estremece por el intercambio que puede existir entre ellxs. Entonces se ve cómo este enlace regresa a ella. La historia continúa con la cantante transformada, haciendo una reverencia entre ellxs. Las imágenes siguen para enseñarnos de cerca una nueva representación de la cantante con una orquídea en la cara, que saborea sus labios mientras canta: “a él presto atención, una vez más estoy hecha para fusionarme”.
¿Qué pasaría si esta pareja hiciera pública la posibilidad de nuevas formas de vincularse? El desafío a lo establecido es la constante en ambxs artistas. ¿Sorprendería mucho una relación de esta clase o ya hemos llegado al punto en el que podemos aceptar nuevas maneras de amar o –si no es amor– en que dos personas se relacionan entre sí?
Encuentra a Rubén Romero Ponce en Twitter como @ruBemol.