Todo, siempre, es la suma de sus partes. Bram Fischer, el nuevo largometraje del cineasta congolés Jean van de Velde, forma parte del Festival Internacional de Cine Judío en México (FICJM). La cinta tiene una premisa fundamental: mostrar los claroscuros de la vida y obra de Bram Fischer, uno de los abogados y libertarios más importantes del Apartheid.

La exploración íntima del personaje a través de una increíble investigación sobre su vida abre la disyuntiva sobre el protagonismo de las sombras; movimientos reales orquestados por personas invisibles.

La historia de África de 1948 a 1992 podría resumirse en contrastes. Seres humanos con cuerpos de cera y cabezas de mecha. Velas que con el paso del tiempo brillaron y se apagaron lentamente por su entorno. Rostros curtidos con el sol y bronceados con la pólvora de los enfrentamientos nacionales que buscaban una chispa para terminarlo todo. Esta imagen, enmarcada de pueblos que fueron azotados durante décadas con la intolerancia, el odio y la soledad desenmascaran los problemas de sociedades atemporales. Ejemplos de ellos no hacen falta; tampoco de los héroes que nacen en estos contextos.

A diferencia de la vastísima oferta sobre biografías de Nelson Mandela, Bram Fischer se enfoca en la vida del abogado, considerado por el mismo Mandela como “uno de los amigos más valientes y fines en la lucha que nunca había conocido (…) cuyo nivel de coraje y sacrificio ya eran una clase por si mismo.” Es así, el abogado afrikáner, cuyo futuro brillante en los despachos de jueces y las personas más influyentes del país carecía de un sólo tono de piel.

Bram Fischer se consolida como una opción dentro del marco del festival por las analogías tan presentes como ausentes. Estrenada en 2017 y con un recorrido breve pero fructífero en festivales, principalmente en el continente africano y europeo, la lógica indicaría que aún es imprescindible contar este tipo de historias. Homenajear vidas adelantadas a su tiempo.