La película de la semana: El conde
¿Cuántas maneras diferentes hay de abordar un tema en una película? ¿Cómo puede impactar en el tono de una cinta el género cinematográfico que se elija para contarla? ¿Son finitas las posibilidades de aproximación a un suceso histórico al ser reflejado por el cine?
La respuesta a estas y otras preguntas está en El conde, décimo largometraje de ficción del realizador chileno Pablo Larraín, que consigue con esta extraña farsa contada en clave de terror una de sus obras mas logradas y complejas y que confirma que las posibilidades expresivas del cine son incalculables.
Así, el director regresa a su tema favorito, la dictadura en Chile, para partir de la exótica premisa de que Augusto Pinochet es un vampiro. Un monstruo que sigue vivo en un lejano paraje desconocido disfrutando de una impunidad inmerecida. Con este arranque Larraín aprovecha la especulación y el poder de la ficción para hablar de temas como la ambición, la avaricia, la corrupción y la envidia presentes en la colección de bestias que representan el dictador y sus allegados.
Ejercicio de estilo brillante y parábola moderna escatológica y bizarra, El conde es también una demostración de madurez y oficio de uno de los autores mas en forma del panorama fílmico latinoamericano que, una vez más habla de la historia reciente de su país y al hacerlo, habla de lo que sucede hoy en todo el continente.
Políticos corruptos con familias voraces y estúpidas. Ejércitos abusivos cada vez mas empoderados. Iglesias con intenciones redentoras que al final buscan capitalizar sus exorcismos. Vampiros de diferentes épocas y alcances históricos que quieren siempre mas. Monjas voladoras. Mayordomos ambiciosos.
Todo en una historia inclasificable y muy recomendable que ya se puede ver en Cineteca Nacional y Netflix.
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