Por: @AlanisMoon Todo comenzó en 1978, durante un torneo de karate al sur de Dublín. Kevin Shields y Colm Ó Cíosóg se hicieron amigos. Las leyendas dicen que fue instantáneo. Quizá para este propósito, sea bueno tratarlo así: como cuestión de magia y no de casualidades. Estaban destinados a hacer algo diferente. A pesar de conocerse en algo relacionado con las artes marciales, lo suyo era la música. Formaron una banda, como muchos adolescentes. También, como muchos otros, le cambiaron el nombre, la alineación, el sonido y hasta el sello discográfico. Todo sería un proceso. Lo que inició como un trío de post-punk conocido como A Life in the Day, terminaría como My Bloody Valentine. Y cualquiera que se diga conocedor de música, sabe que My Bloody Valentine es un parteaguas en el sonido de las generaciones posteriores.
La alineación, como la conocemos, quedó así: Kevin Shields y Bilinda Butcher se encargaron de las voces y las guitarras. Colm Ó Cíosóg se arregló con la batería. Debbie Googe sería reclutada para los bajos. La banda, que para 1987 ya había sacado algunos materiales independientes, firmaría en ese año con Lazy Records. Los contratos te obligan a lanzar algo. A pesar del poco tiempo juntos, los irlandeses debían dar una probadita de lo que estaban hechos. Decidieron sacar un sencillo y un mini-álbum: “Strawberry Wine” y Ecstasy (1987). Pero las críticas todavía no los amarían. Aunque las guitarras comenzaron a llamar la atención, los acusaron de precaria producción. No importaba, aún no era el tiempo para brillar.
Enero de 1988. Canterbury, Inglaterra. My Bloody Valentine debía abrirle a una banda llamada Biff Bang Pow! No hubiera sido nada —sino otra noche más—, si en la alineación, esa banda de extraño nombre no hubiera incluido a un tal Alan McGee. Los irlandeses triunfaron, aplastaron a la banda de McGee y éste, siendo fundador de Creation Records, se aproximó a ellos para ver si querían firmar con él. La historia, aquí, da un giro abrupto. Shields y compañía se meterían al estudio a grabar cinco canciones que saldrían como el EP You Made Me Realise. ¿Qué tal ahora, críticos? ¿Las cosas van mejorando?
En noviembre del mismo 1988, después de ser grabado en Gales, vería la luz su primer LP: Isn’t Anything. Al contrario de lo que clama en su título, lo era todo. Un género había sido generado y encumbrado: la historia lo conocería como shoegaze —por la vista hacia abajo de sus cantantes, o los guitarristas que debían presionar sus múltiples pedales. Como si se tratara de un trabajo de arte conceptual, las texturas de la música, el ruido producido por las guitarras, el reverb de la voz que se fusiona con los riffs, la monstruosidad —en un sentido positivo— musical de los efectos, todo hizo que el mundo volteara a ver a los irlandeses. “Noise becomes beauty as feedback is layered over vocals over feedback ad infinitum”, dijo algún crítico. Sí, las cosas mejoraron.
Como si la creatividad se les abultara de pronto, tras años de proceso evolutivo, en febrero de 1989 regresaron al estudio. El sucesor debía ser creado. Quizá nadie se imaginó lo que sería el proceso. Diecinueve estudios tuvieron que ser aclimatados. Muchos ingenieros de sonido contratados. Y el disco no quedaba. Había que hacer algo. Acordaron hacer un EP. Glider apareció en 1990. “Soon” sería el sencillo y, por primera vez, el mundo sería testigo de la “glide technique” de Shields, que consiste en friccionar las cuerdas de su guitarra, mientras mueve el vibrato, de modo tal que el sonido se mueva entre la afinación y la desafinación tonal. Otra revolución musical. Pero el proceso del segundo LP parecía nunca terminar. Para acabar rápido, otro EP fue lanzado (Tremolo, Creation Records, 1991) y, al fin, en noviembre de 1991, tras muchos gastos de producción y la ruptura en la relación entre McGee y Shields —y por ende entre Creation Records y MVB— apareció la joya que conocemos como Loveless. El resto es historia y la banda es una leyenda que vive.
Dos álbumes fueron suficientes para la mitificación de My Bloody Valentine. Kevin Shields, el perfeccionista que prefería él mismo tocar todos los instrumentos y constantemente innovar armónicamente, hoy es uno de los referentes obligados para las bandas que buscan nuevos sonidos. Se atrevieron a ser diferentes e instauraron una corriente que, hasta hoy, sigue generando adeptos y bandas que quieren un sonido similar. Quizá fue su explosión creativa en un corto periodo de tres años (1988-1991), lo que los llevó a permanecer en silencio tanto tiempo. No obstante, Shields no se quedó con los brazos cruzados. Desde 1991 y hasta el lanzamiento del m v b (2013), el guitarrista trabajó en solitario o colaboró con artistas como Yo La Tengo, Dinosaur Jr., Patti Smith o Primal Scream. Las lenguas dicen que se volvió loco. Hubo un periodo, como el de Syd Barrett o Brian Wilson, en que Kevin estuvo inmerso en sí mismo y en la música. Sólo se puede teorizar al respecto. Nadie sabrá lo que pasó por su cabeza, pero quizá, la locura no sea una enfermedad, sino un don. Y a Kevin Shields parece irle bien.
Los rumores se disipan rápido. Son como los virus. Había uno, a finales de la primera década de los dos mil, que decía que My Bloody Valentine se iban a juntar. Algunos ni se hacían ilusiones. Otros, los más soñadores, anhelaban que la repetición del rumor, tuviera bases sólidas. Y sí las tuvo. Bases de oro. En 2008, después de dieciséis años, los irlandeses estaban de vuelta con la cara vuelta al suelo para apretar sus pedaleras. Tocaron en Europa y en Norte América, mas no toda la parte boreal del continente fue abarcada. Se olvidaron de un país que, dicen, tiene forma de cornucopia y actualmente tiene un Presidente de alto copete y dudosas aptitudes para gobernar. El 2 de febrero de 2013, el sitio oficial de My Bloody Valentine colapsó por el tráfico para escuchar su más reciente material: m v b. Las buenas críticas siguen ahí y tal vez seguirán para siempre… no son gratis ni equivocadas. “Atemporal” y “robador de aliento” son algunos de los apelativos para describir al nuevo disco. Kevin Shields, el loco, sigue siendo el genio de las guitarras soñadoras. Las dos décadas de reposo les sentaron bien.
Los rumores se disipan rápido, como los virus. En México se empezó a esparcir uno. De repente, ya no fue rumor, sino confirmación, alegría y emoción. My Bloody Valentine se van a presentar el 15 de noviembre en el Palacio de los Deportes de la Ciudad de México. La cornucopia al fin podrá sentirse una pared de sonido onírica. Y lo que comenzó en 1978 con un torneo de karate, esa leyenda musical conocida como My Bloody Valentine, al fin verá que en México, de locos, genios y entusiastas musicales, también tenemos mucho.