por Pat Castañón
Un electrificante y duro golpe de realidad. La medicina como una industria. Mientras unos se mueren, otros hacen negocio. La vida como un tesoro único y personal. Esta es la reveladora historia de un hombre que es detectado con VIH positivo. Sus expectativas de vida no son favorables, los doctores le dan treinta días para dejar todo en orden, lo que no saben es que su vida está completamente fuera de control, orden es lo único que no tiene. Entre drogas, orgías, alcohol y una enfermedad letal, su cuerpo sucumbe al poco tiempo. Es la difícil confrontación con esta rara enfermedad que es designada por la sociedad exclusivamente para los homosexuales, un virus extremadamente contagioso y repugnante. ¿Qué hacer cuando ya no se puede vivir?
Sin tener nada que perder se revalora a la vida, justo cuando se toca fondo se entiende que vivir es lo único que uno tiene y uno se aferra a ella con todos los medios al alcance. La historia verdadera de un cowboy texano, Ron Woodroof, interpretado por Matthew McConaughey, no puede aceptar su muerte, empieza a investigar de qué se trata la enfermedad que está acabando poco a poco con el único instrumento que tiene para vivir, su cuerpo. Una historia que es interiorizada por todos los participantes en la película. Sin duda, el compromiso de los actores por bajar de peso es admirable pero modificar el cuerpo queda en segundo plano, el cuerpo es una metáfora que acapara un lugar físico y es precisamente la pequeñez de un cuerpo sin defensas con gran determinación la que conmueve, la que hace obvio el sufrimiento. Un cuerpo contra sí mismo que claramente está perdiendo su batalla. Woodroof no se da por vencido, es una especie de antihéroe que llega al extremo de encontrar cualquier droga que le ayude a sobrevivir. Con esto construye su Dallas Buyers Club. Una de los principales motores de la película no es la cura, sino el dinero que gira alrededor de ella, lo cual es mucho. Crear dependencias a medicinas y personas que las suscriban es una mina de oro. Lo que se vende no son drogas, si no membresías. Una lucha contra las instituciones que regulan la entrada de sustancias a los Estados Unidos, al parecer la cura de enfermedades es un asunto fuera de la ley...
Para sobrevivir no hace falta valentía ni indiferencia, hace falta determinación, aceptación y compasión. Aunque Woodroof no es un tipo sensible, entiende la verdadera necesidad de la gente en agonía, sabe lo que quieren oir. Rayon, un trasvesti moribundo, interpretado a la perfecciòn por Jared Leto, es el complemento perfecto para la nueva empresa de salud de Woodroof, es amable y coqueto; en muchos momentos es la única chispa de felicidad de la película. Sin tener revelaciones al final ni un entendimiento de la muerte, Jean Marc-Vallee llega a la mente de los espectadores de una forma franca y real, uno no sólo se muere sino que pierde cosas que valora, pierde la cotidianidad, pierde amigos y familiares a veces eso es mucho peor que la muerte misma. Woodroof por el contrario pudo encontrarse, descubrir pensamientos propios que no están dictados por una sociedad acrítica y manipulable, la muerte es su única oportunidad de vivir.