J.M. Servín llegó a Estados Unidos en avión y con visa de turista, no tuvo que pagarle miles de dólares a un pollero ni esquivar a republicanos con sombreros y escopetas; en 10 años allá nunca fue molestado por la migra y, si sufrió discriminación, no fue más que la que miles de mexicanos padecen día a día en las fronteras de nuestro país. Su amor por la literatura fue lo que lo trajo de vuelta. “Regresé porque quería iniciar una carrera de escritor y no tenía otra más que jugármela, afortunadamente me salió, si no, hubiera sido el gran error de mi vida.” Encuentro a este escritor y periodista en el café “El Cordobés” para hablar de Por amor al dólar (reeditado por Almadía), libro en el que narra sus experiencias como migrante en una mezcla de novela y crónica larga. “No me interesa mucho esta clasificación genérica, lo que me importa es la hibrides estilística, este libro fue una manera de resumir una experiencia de vida tomando la literatura como experiencia vital”.
En Por amor al dólar, Servín narra la brutalidad del trabajo migrante en Estados Unidos, pero en ningún momento apuesta por jugar a la víctima. Trabajaba 16 horas diarias en un campo de golf y en una gasolinera y, a pesar del cansancio, ganó más dinero del que ha visto desde que regresó a México: “Me interesaba abrir una ventana más a la experiencia de la migración porque, en México, somos fatalistas. Tendemos a etiquetar las situaciones a partir de una sola mirada; te mencionan a un migrante indocumentado y te imaginas a un güey muriéndose de hambre en el desierto de Arizona y no siempre es así.”
Servín me mira con ironía cuando le comento que en su libro hay una especie de incorporación o de resignación ante el modo de vida gringo: “¡Pues claro! ¿Por qué no? Estados Unidos tiene cosas que podemos criticar pero hay otras que son dignas de alabarse, cosas que pueden servir como ejemplo para salir del mierdero en el que está un país como México”.
Entonces incorporarse a la vida laboral tiene que ver, de nuevo, con no victimizar al migrante…
"Ni al personaje mismo que, en este caso, soy yo. ¿Qué ganas con victimizarte más que aceptar que necesitas un amo? Yo creo que eso es una experiencia de la libertad que tendríamos que ejercitar más en un país como México, donde todo tiende a la tragedia. La literatura mexicana es melancólica, los personajes suelen estar atribulados y siempre les va medio mal…hay muy poco desparpajo en esta literatura.”
Se dice que la literatura mexicana no grita…
No, la literatura mexicana nunca grita, siempre usa eufemismos, hay miedo hasta para hablar de sexo. Son casos muy excepcionales los que tratan de romper con estos tabúes mentales, ideológicos y culturales.
En dos ocasiones Servín hará que me pregunte si el cuestionario que preparé no es medio estúpido; la primera es al preguntarle sobre un aparente estancamiento en la novela en donde alcanza “la medida del bienestar”, en donde ya no hay más hacia donde ir: “¡Pues no! ¿Qué más puede haber para alguien en mis circunstancias? ¿Comprar una casa, volverme rockero, tratar que me publicaran mis libros allá? No había más, no había más trabajo, ni había más que ganar 10 dólares por hora. Es la historia de gente muy específica en circunstancias muy específicas”.
La segunda es cuando menciono un deseo constante en la novela de regresar a México, incluso impide que termine la pregunta: “¡No! Eso no, jamás me lo planteé. Quizá lo retraté en otros personajes pero no era mi deseo. Si hubiera podido organizar mi situación como escritor desde allá nunca hubiera regresado. Volví porque quería ser escritor, no regresé añorando mis chilaquilitos, ni al Chavo del Ocho ni todas esas pendejadas”.
Para terminar le pregunto sobre el sueño americano y la muerte del mismo: “Eso del sueño americano es más bien una cuestión ontológica, una cuestión de la configuración de la ideología de un país. En Estados Unidos se está incrementando el número de pobres día con día, es un país que pierde mucha de su identidad a partir de negar a los otros; es muy relativo eso del sueño americano, es más bien una especie de cliché del imaginario pop”.