Por Rodrigo Nivonog /@nivonog En las costas de Pocajú crece una planta endémica de curiosa imagen y textura: de nombre científico largo y complicado (gongogoris espidanae pocajutis vaiselus) es conocida por los locales como “flor butifarra”, pues la textura, apariencia y el sabor de su flor son muy parecidos a un embutido catalán de fuerte gusto especiado.
La gastronomía de la isla se basa fuertemente en dicha planta para la preparación de compotas, siendo además el ingrediente principal de los pocajutas nativos, pues sus creencias animistas les impiden comer nada que tenga dos o más cuernos (lo que además explica su especial predilección por el rinoceronte del pacífico sur).
Ellos le atribuyen un papel protagónico en su mito originario: El consejo de dioses estaba reunido alrededor de la isla, con una gran mesa flotando en la laguna central. Ahí se congregaron para cenar y decidir de qué forma deberían de ser adorados. En medio de la discusión Xirangüerint-minicòo, el dios de los cocos, las mareas y las piedras que brillan en la oscuridad, se levantó y dijo:
“Estimados dioses ¡Oh, todopoderosos compañeros que forjan realidades y estrellas de mar! Propongo que hagamos unos seres que bailen para nosotros. Estos seres debemos hacerlos de piedra brillante, para que podamos verlos desde las nubes”.
La mayoría de los dioses asintieron, pero Còmalchinchitchïx –dios de los colores cálidos, las noches de otoño y la flor butifarra- no estaba de acuerdo; se puso de pie y contestó:
“No deben de ser de piedra, pues la piedra es fría y dura, y para bailar se necesita sentir, deben de ser suaves para que la música traspase sus cuerpos, se mezcle con ellos. No, amigos míos, no deben ser de piedra, deben de ser de flor butifarra, mi más reciente invención que es suave y calurosa y que, por cierto, pueden adquirir a los mejores precios en mi local, el que atiende la diosa de mi esposa. Recuerden, la flor butifarra es la más deliciosa creación divina, creada por dioses para dioses.”
Después de apelar al consumo, hubo un gran silencio en la reunión. Nadie sabía a quién apoyar, si a Xirangüerint-minicòo o a Còmalchinchitchïx. Una voz cuya identidad se ha perdido en la bruma de los tiempos rompió la tensión “sí, debemos hacerlos de flor butifarra pues, si nos enojamos con ellos o si nos da hambre, siempre podemos devorar a los danzantes y serán deliciosos. Prefiero eso a tener que masticar piedras”. Los dioses lo aprobaron por unanimidad pensado en el banquete del fin de los tiempos y así, crearon a los hombres suculentos, para que les bailaran sabroso.
Por eso la flor butifarra es adorada como alimento celestial y se le rinde respeto; A fin de cuentas, es de lo que todos estamos hechos.
* Rodrigo Nivonog es un historiador aficionado de la isla de Pocajú y actual designado del Marajá para difundir la historía pocajuta en territorios de ultramar.
*Arte original de Mothers y AliciaCL