Autismo, el precio de la inteligencia
Adam es joven y guapo pero tiene un problema: padece Síndrome de Asperger, un determinado tipo de autismo. Le gusta estar solo, le cuesta inferir lo que los demás sienten o piensan y los abrazos le parecen extraños e incómodos. Le cuesta trabajo socializar y siempre dice lo que piensa aunque pueda ser grosero. De pronto conoce a Beth, su nueva vecina, y su vida cambia. Se enamora de ella, ella que es cosmopolita, bella y extrovertida. Dos personalidades completamente opuestas. ¿Funciona su relación? Para averiguarlo te recomiendo ver la película Adam, dirigida por Max Mayer y que ganó el Premio Alfred P. Sloan.
En realidad, la película es una excusa para hablar del autismo. En general, en esta puesta en escena se muestra una imagen muy positiva de este trastorno. El detalle es que Adam es muy inteligente. Ama la astronomía y destaca en ello. Si no mal recuerdo, es contratado por la NASA y se compara con personas como Einstein, Mozart, Beethoven, Kubrick, Tesla, Newton, Bob Dylan, Tim Burton, Lewis Carroll, Bill Gates y Michael Jackson, quienes también se les conoce por ser autistas.
¿Con esto quiero decir que tener autismo está bien en tanto que la persona es sumamente inteligente? No. Porque si bien es una posibilidad que algunos lleguen a poseer una inteligencia superior al promedio, también enfrentan mucho conflicto.
Para entender la otra parte de la moneda, les recomiendo el libro El curioso incidente del perro a medianoche del escritor británico Mark Haddon. La historia escrita en primera persona, nos cuenta sobre la vida de Christopher John Francis Boone, un adolescente de 15 años que padece de autismo. Al igual que Adam, las matemáticas le parecen fácil, tiene memoria fotográfica y no puede decir mentiras. La cuestión es que lo escuchamos a él y lo acompañamos en su sufrimiento y en sus ataques de ansiedad cuando se enfrenta al mundo exterior. Ahí es cuando nos vamos cuenta de que no es fácil y de que la inteligencia tiene un precio que no es necesariamente barato.
El trastorno del espectro autista (TEA), aunque aún no se conoce bien las causas, se sabe que es una afección neurológica que se da desde la infancia y que dura para toda la vida. No existe cura. La forma en la que afecta a la persona se hace visible en la forma en la que interactúa con otros y en cómo se comunica con ellos. Algunos otros síntomas son: no ver a los ojos cuando se les habla, insistencia irracional en rutinas, anomalías en la comunicación no verbal y en la forma y contenido del lenguaje. Hoy 2 de abril, a propósito del día mundial del autismo, es importante recordar que este trastorno existe.