El “Betoques”, locutor del Durban Poison (sábados, 3 a 4am dentro de la noche de las #MandíbulasTrabadas, recuperó sus memorias tras una cruda (mental, física y moral) de 48 horas, y unió el rompecabezas de lo vivido durante la presentación de Danny Brown en el Marvin 2014. Aquí compartimos su crónica…
El atasque del consumo gratuito está excluido de ser una “mala decisión”, pero aunque no gastes, eventualmente repercutirá en otro tipo de costo.
Al punto de las 8, me voy desplazando tumbando mi cuerpo hacia adelante como si anduviera en un segway sobre una bajada empinada … tal vez ahí comenzó mi sentencia de quebrar… ni el mismo creador del vehículo sobrevivió una pendiente de ese tipo usando su invento.
Voy recorriendo Orizaba, arriesgando físico e integridad, pero todo sea para ver y gritarle al disque recio Daniel Sewell:
- “¡a ver que traes, pinche chimuelo!”.
Mi juicio estaba podrido y nublado, había trazado toda una expectativa de una personalidad desagradable, ruidosa e intoxicante que escupiría Danny Brown entre cada gargajo de diptongos transformados en oraciones.
Al poco tiempo de estar dentro de la cantina del Salón Covadonga, mis prejuicios se habían tumbando al observar a un Danny Brown que recorría ida y vuelta el escenario concentrado en vocalizar sus modismos, complejos e historias con una temple inusual.
La composición del escenario era igual de sencilla que un postre de obleas, sólo había elementos de iluminación y la mezcla a cargo de un DJ que parecía disfrutar bastante sus aportaciones.
Hubo momentos donde D. Brown detonó las ganas de echar la vibra chaca a la banda como cuando soltó “Smokin’ and Drinkin” ( Old, Fool’s Gold Records 2013), “Express Yourself” y “Witit” (The OD EP, Fool’s Gold Records 2012).
Durante esas canciones me las gasté de rudo y comencé a gritarle al Brown de su jefa y demás: mientras le flasheaba mi dedo, me convertí en otro niño de 15 años que escucha sus discos y se las da de “barrio”.
Mi máscara forzada y chafa fue rechazada rápidamente por los asistentes que me rodeaban y entre empujones y sapes tiraron mi gorro en tres ocasiones (accesorio-zona de confort más importante de mi apariencia) hasta que dejé de jugar al nefasto y me trasladé al fondo de la cantina.
Mientras estaba pegado a la pared recibiendo las plegarias en forma de sudor de gente palideando, me di cuenta de cómo el acto de Brown era un ritual cacofónico en donde el público se integraba con el eco de la repetición.. confusión verbal, agotamiento colectivo…
Y ahí, durante mi reflexión tan intelectual, fue interrumpido mi cotorreo entre neurotransmisores cuando me golpeó el cierre de la función con “Dip” (Old, Fool’s Gold Records 2013).
No logré escuchar el eco ni observé los cuerpos chocar del centro hacia afuera... Salí al pasillo, me embarré en el barandal hasta que choque con un gordo con bigote... de repente, le dijo alguien que usó mi boca:
- ¿Oye poli, a qué hora toca Danny Brown?-
*Todas las fotografías tomadas por Ricardo Marín*