‘Cuando llueve’: ¿azar o destino?
“Esta es la historia de cuatro personas: Inés, Alan, Ana y Louis”, comienza diciendo en tonos monocordes la voz que a lo largo de la obra será nuestro narrador inhumano, mientras se iluminan las caras de los personajes interpretados por Gloria Carrá (Ana), Matthieu Perpoint (Louis), Moro Anghileri (Inés) y Rafael Spregelburd (Alan).
La pareja de Ana y Louis atraviesa un momento delicado mientras que Inés y Alan están gozando de la felicidad de recibir a su primer hijo. Sin embargo, los elementos de esta ecuación irán alterándose hasta llegar a zonas insospechadas. Y es que la excelencia con la que esta obra está dirigida e interpretada permite al espectador, desde los primeros minutos, reflexionar sobre temas existenciales que atormentan a cualquier ser humano.
Cuando llueve nos plantea todos esos escenarios que preferimos “ni siquiera imaginar”, aquellas situaciones que nos empujan a preguntarnos “¿por qué a la gente buena le pasan cosas malas” y los momentos tormentosos de nuestras vidas en los que nos permitimos culpar a la mala suerte y dejarlo todo en manos del destino.
En la puesta en escena, dirigida por el canadiense Anthony Black, vemos la vida de dos parejas a las que las probabilidades les cambian la vida en un periodo de tiempo demasiado corto. Son quince días los que transcurren en las vidas de estas cuatro personas y al final de la obra comprendemos, que quince días son suficientes para destrozarnos la vida.
La fuerza con la que la obra plantea cuestionamientos en la mente de sus espectadores descansa en gran medida en su escenografía, y es que la tecnología se cuela ya sutilmente en todas las puestas en escena que hemos visto en esta 47 edición del Festival Internacional Cervantino (FIC).
En el escenario solamente vemos una pantalla en la que se proyectan los espacios: una mesa, las sillas, una botella de vino, las ventanas por las que los actores observan la lluvia, una banca en el parque, la oficina de Alan, la cama de esta pareja atormentada por la desgracia o el retiro de meditación de Ana. Todos estos espacios se proyectan en una pantalla pero son utilizados por los actores como si estuvieran ahí, en el escenario con ellos.
Excepto algunos elementos externos, como una cobija, algunas sillas o un par de vasos con whisky, los actores interactúan completamente con las sombras proyectadas en la pantalla. Así las luces que los iluminan van cambiando de color, de blancos brillantes y felices a azules tristes y melancólicos, luces que nos van guiando por el abanico de emociones que los personajes están experimentando.
Otro acierto del director son las leyendas que se proyectan en la pantalla, pues a través de ellas recibimos más información que la que proporcionan los personajes en escena y de alguna manera nos hace sentir lo mismo que cuando nos enteramos de los sucesos de vidas ajenas a través de las redes sociales o el internet.
Definitivamente, Cuando llueve es una de las mejores propuestas teatrales de esta edición del FIC 2019.