Viernes
Nunca he sido bueno para resguardar energía previamente a un viaje en carretera y sobre todo si el recorrido involucra una experiencia peculiar. Mi organismo desvelado y seco se despierta con dos alarmas a las 05:00 am, listo para lo que ocurrirá en 30 minutos sobre la avenida Álvaro Obregón. Antes de que salga el sol, un autobús amarillo con líneas verdes tomará rumbo hacia Guadalajara, al pueblo de Tlaquepaque para ser exactos. Debemos llegar desde el viernes para descansar nuestro cuerpo previo al Festival Mute.
https://www.youtube.com/watch?v=4jbmR3WQlyU
Más puntual que un adolescente en su primera cita, llego al punto de encuentro antes de lo acordado, pero me doy cuenta que mi buen compa Davo no ha llegado. Le marco con temor de que arranque nuestro vehículo en cualquier momento; el Davo se había quedado navegando entre sueños y mi voz lo despertaba. De a caricatura llega el Davo minutos después con una cara que ilustra su imposibilidad de aterrizar a la vigilia, justo a tiempo para abordar el transporte y poder conseguir buen asiento dentro del autobús.
https://www.youtube.com/watch?v=Lolf1caHVYM
En lo que fue la única escala, conocimos al restaurante de carretera más escaso de sabor, varios bajamos a abastecernos de sabores sintetizados y a darle de comer monedas a las puertas metálicas de los baños. Mientras Davo compra galletas y se sienta para disfrutar la pieza sonora ambiental de grillos en loop que suena en el establecimiento, yo camino por la no-fila y tomo la pésima decisión de comprar un sándwich que golpea devastadoramente mi apetito (pan tibio, una rebanada de jamón y una cucharada de mayonesa caliente…chale…).
Después de los sucesos desmotivadores en el comedor de paso y con la sensación de un cansancio en el ambiente, se hizo un acuerdo tácito colectivo de dormir y roncar hasta llegar a Tlaquepaque. Mi piel despierta a mi mente con la sensación de baba seca y la tela de mi gorro en mi cuello, para evaluar cuánto tiempo le queda a la locomoción. Antes de que pueda intentar ubicarme, el autobús se mete en un camino estrecho empedrado. Hacemos una parada dejando a unas personas en su hotel y minutos más tarde llegamos al nuestro.
Al entrar a nuestro lugar de hospedaje, mi atención va siendo atraída por todos los objetos meticulosamente colocados en distintos espacios de la casa.
Xoloitzcuintles de barro cuidando las escaleras, alebrijes observándote desde las mesas.
A partir del esfuerzo en la ambientación y decoración regional que escalaba hasta las recámaras, el origen del nombre de Tlaquepaque tuvo sentido e inmediatamente asimilé porque lo sugerían como “pueblo mágico” y lugar de visita. Para saborear como se debía la esencia y darnos un preámbulo antes del Festival Mute, decidimos caminar un rato en búsqueda del santuario, la plaza y de paso la torta ahogada perfecta.
La distancia de nuestro hotel hasta la avenida principal (Niños Héroes) era menos de 400 gallo-gallina y de ahí al principio del andador Independencia sólo era cuestión de contar hasta 27 mississipis. Desde el principio de la calle peatonal hasta al final con el cruce en lo que es El Parían, se observan edificios antiguos que han sido transformados en galerías o restaurantes y una abundancia de terrazas con carteles que te recuerden que bebas cerveza. Sólo basta caminar un rato para darte cuenta que estás en el lugar ideal para un fin de semana familiar sin falla o una escapada de pareja joven y contenta.
[Fotografía tomada por Bernardo Carlos Casas]
Al llegar a la plaza central de San Pedro Tlaquepaque, vemos que hay una pancarta donde anuncia un canje de boletos para el Festival Mute a cambio de una despensa con ciertos productos y además mencionaban los lugares donde se podía realizar el intercambio. Este anuncio ya había sido posteado en el Facebook del Festival Mute.
Para garantizar un impacto con la notificación, se elaboró una estrategia dirigida al inconsciente colectivo latinoamericano que consistía en colocar un letrero con la misma información detrás de un Chavo Del Ocho inmortalizado en la nevería Mexicaltzingo…Flawless victory del Centro de Cultura Tlaquepaque…
Son alrededor de las 6:00 pm y sólo queda una misión por realizar antes de concluir el viernes, encontrar la torta ahogada perfecta.
Según fuentes cercanas de Davo, la mejor torta ahogada de Tlaquepaque se conseguías en El Parían. Yo pensé que era un establecimiento con el típico letrero que los autorizaba como los mejores del mundo por tenerlo escrito en una cartulina, pero El Parían es algo más chocho que un comedor de renombre.
En realidad el Parían es un conjunto de bares que ocupa toda una manzana y es, de alguna manera, otro centro dentro de San Pedro Tlaquepaque, tiene hasta otro kiosko dentro en el núcleo de la estructura… El pasaje por excelencia para beber y tragar el tiempo…
Mientras mi mente digería el mindfuck del pasaje-fractal, evaluamos si nos sentábamos en Beto’s o Paco’s. Ya que me llamo Alberto y soy muy chistoso, me pareció adecuado que comiéramos en Beto’s. Sin dudarla cada quien pidió una torta ahogada y una cerveza local para disque entrar en la sintonía del entorno. A la espera escuchábamos canciones de los mariachis alineados en círculo dentro kiosko y las peticiones a gritos de los pocos asistentes mientras veíamos a una señora de 75 años bailar con su latón de cerveza en mano.
https://www.youtube.com/watch?v=AYS0nTMduzM
Aunque padezco de ignorancia culinaria en el ámbito de tortas ahogadas, pero me arriesgo a sentencias como las mejores que he probado en el pasaje Parían.
Dábamos por concluido el viernes y satisfechos nos dirigíamos de nuevo a la casa/hotel a descansar. Poco sabíamos que a las pocas horas el neceo iba a suscitar que regresáramos al Parían a repetir la dosis… Ahora cenábamos en Paco’s; misma orden pero diferente sabor. Eran las 11:30 pm y visitábamos por segunda vez el Parían. Aún cuando ni era el día del festival, estábamos gozando demasiado Tlaquepaque.
Todo apuntaba a un sábado que se distinguiría de los demás.
Sigue siendo viernes, faltan unas horas para que comience el Festival Mute…