La primera edición sobre el agua del afamado festival californiano Coachella, tendría lugar del 16 al 23 de diciembre, a bordo del Celebrity Silhouette. Una alberca, nueve bares, doce restaurantes, foros diversos para las presentaciónes musicales, actividades recreativas y un spa. Mas claro, la presencia de grupos de la talla de Pulp y James Murphy.
El bucanero designado para la expedición, fue el colega Ismael Pineda, que a continuación relata su crónica piratesca de martinis y rock & roll.
Por: Ismael Pineda- @Ismael_Pineda
Desde que mi amiga Ariadna en NY me invitó a incluirme en su plan para ir al SS Coachella, pensé que no podría dejar pasar la oportunidad de ser parte de la primera edición de este festival dentro de un crucero.
Nuestro grupo era de nueve personas (Tai, Ari, Ana, Ricky, Pablo, Geer, Felipe, Ro y yo); cada uno de nosotros empezó su viaje desde un punto diferente del planeta. Finalmente, desde nuestro lugar de encuentro en un hotel en Lincoln Ave., dentro de Miami Beach, emprendimos lo que sería una aventura musical, de fiesta y eventos sin fin. Era mi primera vez tomando un crucero.
El procedimiento de llegada es similar al abordaje de un avión, con la única diferencia que ves un barco inmenso frente a ti y tienes altas expectativas musicales. Al ingresar al barco, el crew te espera con champagne y hay módulos para comprar PALL, lo que en lenguaje cristiano quiere decir ‘alcohol ilimitado’, o sea: la puerta a la perdición. Se entra por el deck 2 y las habitaciones están dispuestas alrededor del barco, desde en el deck 3 y hasta el deck 12.
Antes de subir a cubierta, Ro, mi amigo y el que sería mi roomie por los próximos 5 días, me propuso pasar al cuarto a dejar las mochilas que traíamos con nosotros.Al llegar al deck 14 que era donde la fiesta iba a empezar, ya había gente dentro de las albercas: mujeres con los mejores bikinis y hombres con tatuajes y cuerpos de rockstar por todos lados. El ambiente subía de nivel conforme el barco se llenaba con todos los espectadores que seguían llegando.
Unos días antes de partir a esta aventura, uno de mis colegas me comentó que la fecha proyectada por los Mayas como el fin del mundo era el 21 de diciembre, justo el día que nuestro navío tocaría tierras Jamaiquinas por algunas horas. Y que, siendo éste un crucero sui generis donde las edades de los visitantes oscilaban entre los 18 y los 35 años al momento del posible holocausto, tal vez quienes nos encontráramos ahí, seríamos— como en la historia del Arca de Noé—los encargados de repoblar la tierra. A lo largo del viaje esto me cruzo por la cabeza muchas veces.
Después de hacer una escala en el Celebrity Lounge para contratar mi acceso a internet, llegué a cubierta para ser recibido por la música: nada más y nada menos que el señor James Murphy, sacándole jugo a sus platinos y creando el ambiente con toda esta carne fresca que acababa de llegar al crucero. Lo mejor del primer día apenas comenzaba. Mis amigos y yo decidimos separarnos. Algunos se quedaron en la piscina, mientras yo decidí ir a cargar mi celular para hacer un enlace con una estación de radio. La conexión no funcionó y pronto me di cuenta de que el dinero que había invertido para tener internet cuando lo necesitara, no iba a dar el resultado esperado. Decepcionado de no poder tener mi sesión de video conferencia, fui a cenar y a prepararme para uno de los mejores conciertos que hubo abordo del crucero.
Pulp, la mítica banda nacida en 1978 en Sheffield, Inglaterra; había anunciado su disolución al finalizar el año, pero no sería así, puesto que aún hay fechas confirmadas para el 2013. Al llegar al Silhouette Theatre, el concierto estaba comenzando. Jarvis, con unos zapatos de plataforma de tacón de 10 centímetros, saltaba a escena dominando al publico como si fueran “Common People”. En ese momento, todos sentimos que “Something Changed” y así siguieron con éxitos como “What do you say” y “Babies”. Finalmente, cerraron con “Bar Italia”, entregaron sus guitarras a los miembros del staff y desaparecieron.
Momentos después y al día siguiente, Jarvis y el resto de la banda estaban en el Pool Side como si verdaderamente fueran “Common People”, sin que nadie los molestara. Solo de vez en cuando se veía a los que se daban cita en el lugar verlos con mucho respeto, ya que dieron un súper concierto al abrir las festividades de un lugar surreal.
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Para empezar la fiesta del segundo día, llego Tokimonsta, DJ del área de South Bay de L.A. Con un look agresivo y fuera de lo común, comenzó con una selección de música creada por ella, la cual, en pocos segundos prendió a las personas que se encontraban en el poolside. Algunos de mis amigos quedaron enamorados—no solo de su música, sino de la energía que ella emanaba sirviéndose de sus platinos.
De pronto, alguien me avisó que Grimes estaba por presentarse; empecé a grabar desde los pasillos que conducen al Sky Bar, el escenario donde se presentaba. La canción “Oblivion” sonaba y la dupla de bailarinas que venía con ella era increíble. Es algo único ver a los artistas que hacen la música que escuchas una y otra vez, a unos cuantos metros de ti. Tú escoges el lugar que mejor te plazca para ver y bailar en cada concierto. En esta ocasión no pude grabar mucho porque Grimes pidió que no se le tomaran fotos ni video, así que guardé mi cámara y disfruté de la música con mis amigos.
Al salir de ahí, por fin llegó el momento de ver a la banda británica de electropop Hot Chip. Llegamos y el concierto ya había empezado. Teníamos la impresión de que si queríamos ver todo lo que pasaba en el crucero, perderíamos algunos de los inicios de las bandas o los finales de otras. Siempre estaba pasando algo, siempre había algún evento lleno de personas bailando y divirtiéndose. El concierto de Hot Chip fue todo un éxito: todo mundo bailó y se movió al ritmo que se nos pautaba. Pero el final de la presentación no fue el fin del evento, ya que Alexis Taylor nos deleitó alrededor de una hora más con un concierto acústico que, a la vista de muchos, fue de lo más especial que hubo en el barco.
No habíamos más de 40 personas escuchando y disfrutando de algunos temas inéditos. En este momento me di cuenta de que éramos muy afortunados de estar ahí presentes, ya que este tipo de presentaciones siempre están reservadas a grupos muy selectos.
D3/ El fin del mundo
Por fin llegamos a la mitad del viaje, ¡Jamaica! Podríamos pisar la tierra que vio nacer a Bob Marley. Como buenos latinos, no habíamos previsto lo que haríamos ese día y estábamos entre ir a las cascadas, conocer el pueblo o ir a la playa. En un inicio quisimos hacer las tres cosas pero en cuanto empezamos a ver que nos querían vender zapatos de goma para ir a las cascadas y llevarnos a la casa del primo para hacer el paseo por el pueblo de Ocho Ríos, decidimos ir directamente a playa Mallard. Entre música reggae, sol, palmeras, mar cristalino y una vista inigualable, nos quedamos a chill-outear, dormir, leer, caminar por la playa y descansar, para retomar fuerzas para lo que seria la última mitad del viaje.
Al llegar al barco nos cambiamos, comimos y nos fuimos al Martini Bar a degustar diferentes tipos de Martinis. Acabamos medio mal, pero conscientes; era momento de escuchar a la banda de pop psicodélico de Brooklyn “Yeasayer”, quien se presentaría en el Silhouette Theatre. Yo ya había escuchado canciones de ellos “2080” y “O.N.E.”, por lo cual tenia grandes expectativas. Desde luego, el escenario era incomparable para tener un espectáculo del nivel de las bandas que se habían presentado anteriormente, las cuales tenían una trayectoria más conocida que la de ellos. Esta vez llegué antes de que todo empezara y me coloqué al centro del escenario, listo para grabar el inicio. El concierto empezó y justo abrieron con “2080,” una canción que para mí significa mucho porque habla de disfrutar el tiempo presente y no preocuparse por el devenir en ese escenario.
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El día empezó un poco tarde y después e estar un rato en la piscina decidimos irnos al SkyBar a escuchar a !!! (ChkChkChk) Cuando los vi en escena, lo primero que noté fue que sus playeras eran de México, una de Chichén Itzá y otra de Tacos , por lo cual no pude sentirme más que orgulloso. La verdad, esta banda estadounidense de rock había sido hasta entonces desconocida para mí, pero sé que es de esas bandas que, de un momento a otro, subirán como la espuma de la cerveza que me estaba echando mientras disfrutaba de su concierto.
Los chicos tenían mucha energía y dinamismo sobre el escenario y lograron contagiarla a su audiencia. Una de las cosas que más me gustaron fue cuando Nic Offer, vocalista del grupo, saltó del escenario para cantar entre el público. Con sus movimientos de baile entre el estilo de Elvis y el de Rafiki del Rey León, logró levantar gritos y suspiros en lo que normalmente es una pista de baile de personas mayores que están en el crucero.
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Abrimos el día con “Warpaint,” un grupo de chicas de L.A. que coon su rock alternativo supieron darle nuevos bríos a la banda que estaba destruida y quería disfrutar uno de los últimos días al máximo. Entre una de las canciones, alguien le regaló a Theresa Wayman unas orejas de conejo, las cuales se puso al cuello pero rehusó a ponerse en la cabeza como la mayoría de la gente hubiera hecho, tal vez para hacer un statement de ‘yo no soy una dumb playmate’. Y créanme, esta chica bien podría ser una modelo, ya que es muy guapa, además de ser muy talentosa con la guitarra y tener una voz increíble.
Para nuestro último día en el SS Coachella, había unos cuantos grupos no tan conocidos pero esperábamos una buena calidad musical y así fue. Mis amigos y yo decidimos ir a cenar tranquilos al restaurant Murano, aunque esto significara perdernos de algunas bandas. El penúltimo acto en el Silhouette Theatre fue Sleigh Bells, un dueto de Brooklyn. Esta música denominada noise pop, de un carácter agresivo que combina guitarras distorsionadas y sus drones, preparaba la noche para el último acto. Alexis Krauss se robó la noche cuando bajó del escenario y subió por las butacas centrales para seguir cantando en medio del recinto.
El último acto oficial de la noche era Girl Talk, un especialista de mashups y digital sampling. Este chico sabía que era el ocaso del SS Coachella, que todos—después de casi 5 días de vivir este festival al máximo—habían dado todo y se citaban en el Silhouette Theatre para cerrar con broche de oro. Desde que salió al escenario, dejó que una selección del público ataviado con disfraces subiera a compartir el escenario para dar paso a un freestyle performance; la música no dejó de sonar.
Girl Talk paró y se despidió para después reanudar una y otra vez, como si no quisiera que esta fiesta terminara. Sabía que era su responsabilidad exprimir hasta el último vestigio de energía que hubiera quedado en los que se dieron cita para el evento. Cuando las luces se apagaron y termino de sonar la canción del soundtrack del Titanic “My Heart Will Go On”, los últimos que quedábamos decidimos ir adonde estuviera la música, así que fuimos al primer bar donde habíamos llegado a sentarnos al abordar el SS Coachella.
Era como una de esas fiestas privadas donde solo había modelos, productores, rockstars, bailarines, magnates, etc. Conforme nos íbamos acercando al puerto Everglades en Fort Lauderdale, nos dábamos cuenta con nostalgia que el primer festival SS Coachella terminaba. Con un muy buen sabor de boca, todos nos fuimos a nuestros camarotes para esperar a que los altavoces del barco dieran los ruidosos anuncios de desembarque a las 8 a.m. Abordo del barco, algunos encontraron su true love; otros se dieron cuenta de que no estaba ahí, sino en otra parte. Otros más solo disfrutaron de los conciertos y echaron el rock al máximo. Lo cierto es que, si puedo decir que hay una palabra que describa este crucero sui géneris, es la palabra “destrucción”.
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