Una de las frases comunes dentro del vocabulario del mexicano es: “como buen mexicano”. A menudo se utiliza después de que se escucha o se presencia un acto que, por lo general, es vergonzoso y / o ilícito, mediocre o mal visto. Por ejemplo, cuando se escucha de un delito cometido por un compatriota, se dice “claro, como buen mexicano”. Cuando un mexicano apagó la flama eterna en el Arco del Triunfo en París, se utilizó la frase “como buenos mexicanos”; cuando otro compatriota paró por primera vez en su historia el tren bala de Japón, se usó la frase “como buen mexicano”, y también se dijo lo mismo cuando unos nacionales robaron cervezas sin recato en el mundial de Brasil.
Si alguien llega tarde a una cita, si abusa de otro, si toma ventaja de una situación, si hace algo mal, si tira la flojera… nunca falta el mexicano que exclame “como buenos mexicanos”. De hecho, cuando alguien se pasa un alto se utiliza la expresión “A la ¡Viva México!”. Dichas costumbres resultan problemáticas, y señalan uno de los elementos más interesantes y menos favorecedores de la mentalidad mexicana: una especie de rechazo hacia lo propio.
Reflexionando más a fondo sobre dicha frase, es verdaderamente terrible lo que implica. Significa una tendencia al rechazo propio; a equiparar lo mexicano con lo negativo, con lo ilícito, con la corrupción o el comportamiento desastroso. Lo curioso es que parece que en el uso de la frase opera algo similar al fenómeno del “naco” mexicano.
El “como buen…” se asemeja al “naco”, por su carácter despectivo: el que dice “como buen mexicano”, habla con cinismo y desdén de su propia nación y de alguna manera, al denunciar ese comportamiento se deslinda de “lo mexicano”, de lo indeseable, de todas sus cualidades negativas. Como si al momento de decirlo esa persona y todas las que la acompañan se convirtieran en ese momento en, vamos a ponerlo racistamente, Suecos, por ejemplo. Esto es otro de los casos de un extraño desdén hacia lo propio.
La baja estima que tenemos los mexicanos hacia lo propio va de la mano con la idea de ser parte de un país que no avanza, de ser una nación pobre. Lo cierto es que padecemos un desastre económico: al mismo tiempo que tenemos grandes millonarios y emporios en latinoamérica, tenemos un cinturones de miseria a lo largo del país. Es cierto que recientemente la posición de la economía mexicana se ha visto en aprietos, en mayo cayó sólo un lugar y según el Fondo Monetario Internacional estamos en el lugar 16 de 189 potencias en el mundo. Por supuesto esto no tiene nada que ver con la calidad de vida ni la derrama económica, pero esa es harina de otro costal. Lo importante es que México no es ni ha sido un país sin recursos.
Nuestra cultura es rica y todos los días nos rodea, nuestra gastronomía es patrimonio cultural inmaterial de la humanidad, además que tenemos un pasado milenario, el cual nos ha sido heredado por varias culturas, y que todos los días se puede ver vivo y floreciendo. Somos un país de grandes artistas, desde Rivera hasta González Iñárritu, y nuestros productos y cultura son fácilmente reconocibles a nivel mundial, desde la cerveza hasta los mariachis. Sin contar a Trump, nuestro autorechazo no necesariamente es compartido más allá de nuestras fronteras.
A menudo parece que detrás de ese “como buen mexicano…” hay varias maneras de utilizar esa frase de manera positiva.
La intención de este texto no es hacer un análisis sociológico, ni un comentario político con ninguna inclinación, tampoco es un llamado a dejar de ser críticos y pensar que todo está bien. Es todo lo contrario, en la medida en que nos demos cuenta de los recursos que tenemos como nación, en la medida en que nos alejemos del complejo del agachado, tenemos mayores oportunidades de sobrevivir la crisis. La celebración de la independencia de México, entonces sería una celebración dignificante, nunca de un partido o un sistema político.